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lo que defiendo, lo que muchos defendemos, no es un nacionalismo pelotudo... sino un par de ideas, resignificadas hoy, libertad e igualdad... ideas profundamente mestizas aquí en Abya Yala, y aunque respeto toda otra posición cultural-política, creo, sinceramente, que es desde esta Gran Tierra, unidos, en comunidad, aceptando profundamente nuestra realidad mestiza -el uno- es que el Abya Yala florecerá... y que todos los enormes esfuerzos de Occidente por destruirnos, por separarnos, por vulnerarnos y conquistarnos, demostrarán inversamente la magnificencia de nuestra sonrisa, de nuestro futuro... por los Padres Libertadores del Pasado, Por los Hermanos Libertadores de Hoy, por Nosotros y los que Vienen... SUMAQ KAWSAY!... y eso tal vez parezca anárquico...pero tal vez esta anarquía sea un nuevo orden... opuesto al actual, sin dejar de reconocer lo alcanzado... por todos...

lunes, 16 de julio de 2012

Notas para el análisis del “modelo”

Aldo Ferrer
Diario BAE


“Modelo” es la expresión que suele utilizarse en las ciencias sociales para caracterizar la gestión y el comportamiento de la economía de un país. Cuando el modelo se prolonga suficientemente en el tiempo, deja huellas profundas en el tejido económico y social e inserción internacional. Constituye, entonces, una etapa del desarrollo de ese país a través de su historia.

Modelos y etapas. En la Argentina pueden identificarse varios modelos y etapas de su desarrollo económico. Desde los tiempos iniciales de la conquista hasta finales del siglo XVIII, dentro del régimen del imperio español, prevalecieron las actividades de subsistencia, en regiones de bajo nivel de relaciones recíprocas entre sí y con el resto del mundo. Fue la etapa de las economías regionales de subsistencia. Hasta mediados del siglo XIX, la sucede un período de transición, en el cual comienza una progresiva vinculación con el mercado mundial, mientras se configura la organización nacional después de la Independencia. A partir de esa época, la revolución industrial liderada por Gran Bretaña “descubre” a la región pampeana del territorio argentino. Por primera vez en su historia, el país surge como un importante centro productor de alimentos y materias primas, mercado para la importación de manufacturas y radicación de capitales. La atracción de corrientes inmigratorias, en un sistema caracterizado por la concentración en la propiedad de la tierra, configura la fragmentación social y liderazgos, económicos y políticos, asociados a la potencia hegemónica y a su estrategia de libre cambio. Fue el modelo liberal y la etapa de la economía primaria exportadora. Los límites de ese sistema para el desarrollo económico del país y el derrumbe del orden mundial con la crisis de 1930 abrieron un nuevo período. En el mismo, comenzó el demorado proceso de industrialización, en el contexto de la inestabilidad institucional. La transformación no alcanzó para conformar una economía avanzada ni logró consolidar los equilibrios macroeconómicos fundamentales. Fue el período de la “industrialización inconclusa”, que se cierra con el golpe de Estado de 1976. A partir de entonces, la política económica se somete a las reglas de la especulación dentro de la financiarización del orden económico internacional, la desregulación del mercado y la extranjerización del patrimonio público. Esa etapa (1976-2001), de la “hegemonía neoliberal”, es la peor de la historia económica del país, que concluye con un deterioro profundo de su tejido económico y social, una deuda externa impagable y el descalabro del régimen económico y financiero.

La actualidad. Desde la salida de la crisis de principios de este siglo XXI impera otro modelo. Que llegue a constituir una etapa de la historia económica del país depende de la consolidación de los factores que posibilitaron el cambio de rumbo. Entre los rasgos dominantes del modelo actual, se destacan el énfasis en el desarrollo industrial, la agregación de valor a la producción primaria, el protagonismo de la ciencia y la tecnología, la reestructuración de la deuda y la autonomía financiera, la redistribución progresiva del ingreso y la atención a los sectores vulnerables, la recuperación de instrumentales de acción del Estado nacional y el énfasis en la integración sudamericana.

Estos objetivos y políticas en ejecución definen un modelo con rasgos propios, distinto del primario exportador y del neoliberal y con algunas coincidencias con la etapa de la industrialización inconclusa. Como en los períodos y modelos anteriores, los acontecimientos internacionales ejercen mucha influencia y plantean desafíos. La perspectiva desde la cual se observa la realidad resulta así fundamental para el diseño de la estrategia de desarrollo e inserción en el orden global.


Las ideas. Una virtud fundacional del modelo actual es que no observa la globalización desde el canon neoliberal, es decir, desde el pensamiento céntrico promovido, como, en su tiempo, destacó Raúl Prebisch, por los países hegemónicos en el orden mundial. Desde la perspectiva del canon neoliberal y, aun, de un progresismo resignado, las fuerzas de la globalización son tan abrumadoras que han dejado de ser viables los proyectos nacionales de desarrollo. Sólo sería posible, en la actualidad, buscar nichos del mercado en donde acomodarse y esperar que los impulsos externos promuevan el desarrollo. Esta postura reproduce el subdesarrollo y la condición periférica.

Nuestra experiencia y la actual crisis de las economías avanzadas del Atlántico Norte revelan que el neoliberalismo produce malas respuestas a los desafíos y oportunidades de la globalización. En sentido contrario, el éxito de las economías emergentes de Asia se funda en la fortaleza de sus Estados nacionales e impulso al protagonismo, de la ciencia y la tecnología, en el desarrollo económico y la transformación social. Sobre estas bases, han construido un nuevo lugar, simétrico y no subordinado, en las relaciones internacionales.


En resumen, las buenas respuestas a la globalización consisten en movilizar el ahorro y los recursos propios, consolidar los equilibrios macroeconómicos y la gobernabilidad de la economía e impulsar el cambio técnico y la transformación productiva. Éstas son condiciones necesarias para la inclusión social y el reparto equitativo de los frutos del desarrollo. Para tales fines, es indispensable la presencia de un Estado capaz de ejecutar las políticas públicas necesarias.

La densidad nacional. Cuando los países cuentan con suficiente densidad nacional, la experiencia histórica demuestra la viabilidad del desarrollo nacional en un orden global. La densidad nacional incluye la cohesión social, la existencia de liderazgos privados y públicos impulsores del desarrollo, la estabilidad institucional y el pensamiento crítico. En definitiva, cada país tiene la globalización que se merece en virtud de la fortaleza de su densidad nacional. En tales condiciones es posible no transformar el mundo, pero sí cambiar cómo se está en ese mundo. En definitiva, el éxito de un modelo de desarrollo y proyecto de país radica siempre en su capacidad de fortalecer la densidad nacional.

Las cuestiones fundamentales que configuran la naturaleza de un modelo incluyen la estructura económica y la inserción internacional, las relaciones entre el crecimiento y la distribución y el papel del Estado y los liderazgos del desarrollo. Es oportuno observar estas cuestiones, entre otros motivos, para aclarar el actual debate sobre la política económica del país.

fuente: Política e historia

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