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lo que defiendo, lo que muchos defendemos, no es un nacionalismo pelotudo... sino un par de ideas, resignificadas hoy, libertad e igualdad... ideas profundamente mestizas aquí en Abya Yala, y aunque respeto toda otra posición cultural-política, creo, sinceramente, que es desde esta Gran Tierra, unidos, en comunidad, aceptando profundamente nuestra realidad mestiza -el uno- es que el Abya Yala florecerá... y que todos los enormes esfuerzos de Occidente por destruirnos, por separarnos, por vulnerarnos y conquistarnos, demostrarán inversamente la magnificencia de nuestra sonrisa, de nuestro futuro... por los Padres Libertadores del Pasado, Por los Hermanos Libertadores de Hoy, por Nosotros y los que Vienen... SUMAQ KAWSAY!... y eso tal vez parezca anárquico...pero tal vez esta anarquía sea un nuevo orden... opuesto al actual, sin dejar de reconocer lo alcanzado... por todos...

martes, 5 de noviembre de 2013

LOS RESULTADOS Y LO QUE SIGUE. Por Nicolas Salerno Ercolani y Jorge Makarz

Los resultados electorales del 27 fueron muy similares a los  de las PASO: una merma significativa en los votos de las candidaturas del FPV respecto al 2011, con una serie de triunfos de distintos espacios opositores, sobre todo en los distritos electoralmente mas densos, donde resalta el resultado del FR de Massa en la provincia de Buenos Aires.

Como colectivo Iniciativa, escribimos hace pocos días un llamamiento a nuestros lectores, compañeros y amigos para  votar las listas del FPV, pues entendemos que es el espacio que tuvo la capacidad y el liderazgo para encabezar una serie de avances y transformaciones que restauraron parcialmente las capacidades del Estado y la Política, poniéndonos de esta forma en mejores condiciones para la construcción de un país mas equitativo e independiente.

Eso no  nos libra de poder observar e indicar una serie de limitaciones y críticas de este proceso y del kirchnerismo. Respecto a las condiciones y errores que nos llevaron a lo que evidentemente es una derrota en el plano electoral, también habíamos escrito y analizado los elementos políticos que erosionaron nuestra capacidad transformadora y finalmente condicionaron el resultado de las últimas elecciones (ver “El resultado de las abiertas del 11 de agosto”).
Hablamos del el achicamiento político del FPV en su composición y su capacidad de dirección, en un proceso que comenzó con el distanciamiento con Moyano y un sector del sindicalismo, hasta la reciente ruptura de un grupo de funcionarios municipales y dirigentes que son los  que acompañaron al FR.

También  señalamos la pérdida de iniciativa, como asimismo el fracaso de las últimas disputas políticas (caso reforma poder judicial) al mismo tiempo que la acción opositora y de los grupos económicos en la calle, el los medios y en la política fue ganando terreno y generando una agenda con el tema inflación, corrupción e inseguridad, lo que nos puso a la defensiva y sobre la que no tuvimos ni tenemos respuesta firme.

Por último el problema de cómo encarar una etapa donde las cuestiones mas urgentes fueron siendo subsanadas por el gobierno, pero otros problemas, algunos surgidos del propio crecimiento que el gobierno apalancó, termina generando en el imaginario social percepciones a futuro, donde la idea del devenir sobre cuestiones como el sistema de transporte, la calidad del trabajo etc. van ganando terreno y peso. Cuestiones en las que no pudimos construir un planteo, una perspectiva y eso dio lugar a que otras manifestaciones políticas se apropien de la idea de “futuro”, aunque sea bajo una forma marketinera y carente de propuestas serias.

EL PROCESO Y SUS COMPLEJIDADES
La derrota electoral sin dudas constituye parte de un escenario complejo de cara a las elecciones presidenciales de 2015, donde no sólo se juega la sucesión de gobierno sino la posibilidad de que el proceso político se  vaya resolviendo a favor del movimiento nacional y popular o tuerza hacia opciones de tipo transformista, que pretendan clausurar los aspectos y las iniciativas distribucionistas y de ampliación de derechos iniciadas de 2003 a la fecha.

Sostenemos que pese a la complejidad, las cartas todavía no están jugadas. El mentado “fin de ciclo” es todavía más una expresión de deseo de los sectores privilegiados que una realidad política palpable. Muestra de ello es la resolución tomadas por la Corte respeto de la constitucionalidad de la Ley de medios, que constituye una paso hacia delante en la disputa de poder contra un sector de las corporaciones.

Sin embargo no podemos dejar de observar algunos elementos que expresan parte de la complejidad señalada. Argentina entró decididamente en una fase de crecimiento económico moderado, con tasas de 3-4-5%, muy distinto de la primera fase de las “tasas chinas”. Esto genera que el modelo de “derrame inducido” (expresión que le robamos al compañero Emilio Pérsico) tenga menos posibilidades de inducir riqueza hacia los sectores mas desfavorecidos, a menos que pongamos mano a modificar determinadas cuestiones de la matriz económica, ya sea el problema de concentración-extranjerización de las principales empresas, ya sea en el sistema tributario.

ESCENARIO EXTRAMUROS
Este panorama macroeconómico, forma parte de un escenario regional e internacional de enorme dinámica e incertidumbre. La crisis, sinónimo del fenomenal proceso de reconversión capitalista a nivel global, no tiene una salida inmediata. El cuasi-default de los Estados Unidos hace pocos días nos habla de un proceso de reposicionamiento económico global del cual es muy difícil medir las consecuencias.

Sabemos que si no avanzamos en el proceso de integración regional que refuerce nuestros niveles de autonomía financiera y económica, estaremos en peores condiciones para definir nuestro rol y nuestra inserción en el mapa global. La construcción de un bloque regional con mayores niveles de integración económica, política y social es la única posibilidad de evitar que el capital transnacional negocie con nuestras oligarquías locales una salida que seguramente tiene como perdedores a los trabajadores y sectores populares de cada uno de nuestros países.

También en este plano observamos una ralentización. La desaparición de líderes como Néstor Kirchner y Hugo Chávez, principales protagonistas de algunos de los mayores hitos del proceso sudamericano, resintieron el desarrollo las principales iniciativas, como el  Banco del Sur por poner un ejemplo. La constitución de la Alianza del Pacífico, la victoria colorada en Paraguay también son elementos que refuerzan este panorama.

RETOMAR LA INICIATIVA PARA EVITAR LA DERIVA
Sin duda alguna el campo nacional y popular en Argentina se encuentra en mejores condiciones que hace algunos años atrás para resolver sus problemas y los del conjunto de la sociedad. Este proceso generó un piso más alto en nuestras condiciones materiales y organizativas. No hay millones de recetas, es la construcción del poder social y político de los sectores populares la única opción que permite saldar las limitaciones y contradicciones de la etapa que se abrió en diciembre de 2001. El gobierno nacional sigue siendo aliado en esta tarea, Cristina y el FPV siguen siendo la mejor referencia política para nosotros y el cumplimento de este objetivo.
Eso no quita reconocer problemas, señalar errores y sobre todo, encaminarse en la resolución de esos mismos. Es la autocrítica sincera el mejor mecanismo militante que nos permitirá siempre enderezar el rumbo y superar los peores escollos. Con este espíritu pretendemos escribir como un aporte  en esa dirección.
Con dos años de mandato presidencial y en un marco donde se conservan mayorías parlamentarias y una fuerza política significativa, el kircherismo está en condiciones de retomar la iniciativa, relanzar proyectos movilizadores que sigan en el rumbo de avanzar por lo que falta.
Necesitamos imperiosamente retomar esa senda, para evitar derivar hacia la impotencia y terminar condicionados a una negociación con quienes pretenden conducir hacia una salida posibilista acordada con los grupos de poder, o constituyendo una opción política testimonial que vuelva a frustrar la posibilidad histórica de construir un proyecto nacional, popular y latinoamericanista en Argentina.

Fuente: iniciativa

jueves, 24 de octubre de 2013

El que susurra en las tinieblas...


Por Pepe Muñoz Azpiri
Prólogo de Rebeldes en penumbras - Vidas ilustres de hombres olvidados, ignorados o condenados, de Roberto Bardini, editorial Punto de Encuentro, Buenos Aires, agosto de 2013, 152 páginas. Pudo ser un cazador nocturno, pero esa es una categoría de aprendices. Bardini es un hombre del bosque, un emboscado. Supo ser, a lo largo de su dilatada y febril trayectoria, un francotirador de las palabras, un sniper de la crónica periodística, como alguno de los arquetipos que magistralmente retrata. Ejerce con maestría el ars et pugnam de los antiguos latinos.
Y de eso se trata. En la historia existen figuras que definen el carácter de una Nación: son los arquetipos. Bogavantes de su época, inspiraron las letras de Kipling, London, Verne y Salgari. Los guerreros de Homero en el mundo antiguo, Cincinato y Catón en la Ciudad Eterna, los protagonistas de la caballería del Medioevo, los condotieros poetas del Renacimiento, los atletas de la cartografía de la Era de los Descubrimientos. Fueron indistintamente guerreros, santos, trovadores, navegantes, fundadores. Hombres a los cuales el Destino sólo les ofrecía dos opciones: sucumbir a la mediocridad, dejándose invadir y vencer por lo inferior, entregándose a los placeres, sean de la carne o el bolsillo, o proponerse una vida vertical, con su inevitable cuota de dolor y sacrificio, no necesariamente virtuosa, pero regida por un impulso nietzscheano de jugarlo todo a cara o cruz, que no entienden los medrosos ni los mercaderes. De esta forma llegaron a ser realmente ellos mismos, como pedía Píndaro, distinguiéndose por su nobleza y excelencia, por su capacidad de honrar y ser honrado, por su recogimiento ante lo excelso. Fueron, en cierta forma, hombres de la areté, eminentes en la medida de su aprobación e imitación de las eminencias.
Ernest Jünger, esa tempestad literaria germana, proponía dos actitudes posibles para atravesar este tiempo incierto, esta época de Kali Yuga, privada de firmamento y sentido. Una es la del “rebelde”, traducción del Waldgänger alemán (literalmente “el que se va al bosque”; el “matrero” que se ha ganado el monte, diríamos aquí), es decir, la vida de la retirada y del aislamiento. La otra es la del “anarca”, no anarquista sino dueño de sí mismo, de su libertad íntima e independencia interior, y extraño a toda identificación con lo existente, sobre todo con el fervor ideológico y el pensamiento considerado único correcto.
El rebelde se aísla aun al precio de convertirse en un ermitaño urbano cuya Tebaida puede ser un departamento de un ambiente. El anarca puede sobrevivir en un nicho burocrático e incluso aparentar haberse uniformizado con el resto desde una función oscura. Pero sin que la circunstancia, contra la que nada puede, pueda a su turno contra él. El rebelde y el anarca son las figuras últimas de la libertad que Jünger imagina para esta época incierta y oscura.
Nuestra América no fue ajena al proceso de engendrar hombres míticos, desde los conquistadores a los libertadores, pero también están las olvidadas historias de quienes, amén de empuñar una espada, un crucifijo, un timón o un fusil, abrieron surcos en la historia entregándose a los más puros ideales del arte. Algunos, de origen incierto; otros, de prosapia y cuna dorada. Hombres como Villa y Zapata, suerte de ángeles que sumergidos en las tinieblas de la historia oficial, jamás dejaron de irradiar luz; como Rafael de Nogales, suerte de Lafayette hispanoamericano; como Scalabrini Ortiz, solitario fiscal de la Patria. En ellos convivía en armónica conjunción de pensamiento y virtud, los factores que alguna vez, dijo Keyserling, harían al escritor de mañana: la tribuna y la profecía, unidas a una expresión vivaz y depurada. Hombres como el autor, emboscados o deliberadamente ocultados por intereses mezquinos o intrigas de taberna. Soy testigo personal del estoicismo con el cual Bardini ha afrontado, y afrenta, las cotidianas miserabilidades (que lejos de ser patéticas son pérfidas) de los oradores rentados y cagatintas de letrina que pululan en redacciones, editoriales, despachos y poltronas de las “casas de altos estudios”.
Hace algunos años, en una entrevista publicada en el diario Tiempo Argentino, José Bianco confesó: “Una democracia debe combatir, para ser tal, el sufrimiento y la injusticia. No hace falta ser un escritor, basta con ser una persona decente para compartir esa idea. Porque un escritor, a quien le repugna el sufrimiento del pueblo, también forma parte del pueblo y por eso debe ser capaz de sufrirlo todo para mantener intacta su libertad intelectual. Aunque en esa libertad vaya incluida la de morirse de hambre”. Mantenerse acorde a esta actitud le había significado a Bianco su alejamiento de la revista Sur, cuya dirección estaba a cargo de una dama que bien podría haber llevado el infamante título de “Mujer del látigo”, como calificaban los lectores de la revista a Eva Perón.
Confieso que cada vez que leo esta definición de Bianco, no puedo dejar de acordarme de Bardini y gran parte de los locos egregios retratados en este libro, marginados, condenados al ostracismo intelectual y a lo que para un escritor o a una vedette de la cloaca televisiva equivale a un auténtico suicidio profesional, el riesgo del silencio, la animosidad sorda, el rumor desprestigiante, la hostilidad rencorosa y la condenación a la última fila, como sucedió con Ugarte y Scalabrini Ortiz.
Sin pretender escalar las alturas de los últimos nombrados, el autor y quien escribe hemos pasado en nuestra aventura literaria por idénticas Horcas Caudinas, sólo que los “insultos que nos escupen día a día los cuadrumanos de la tinta y el papel” lo profieren cabezas de tacho con cabello de cuerpoespín, que se definen como “nacionalistas” y saludan con el brazo extendido, o burgueses/as marchitos por el otoño de la vida, cómodamente repatingados en despachos universitarios o ministeriales, responsables de la imaginería de un positivismo que metaforiza desde la biología (en el caso de los “intelectuales que golpean cacerolas”) o, al decir de Nietzsche, “enturbian las aguas para que parezcan más profundas”.
José Ingenieros, casi un siglo atrás, hablaba de la simulación en la lucha por la vida y mencionaba la simulación de la locura. En 1904, el doctor José María Ramos Mejía hablaba de la simulación del talento. En cuanto a los simuladores de talento, sólo saben simular la locura, lo exterior de la creación. Copian la exterioridad intrascendente y humana del artista, sus tics, sus manías. Simulan la locura loca, pero no pueden aprehender su alma. Y, verborrágicos y estériles, contraídos y convulsos, invaden los medios, pululan por las exposiciones y fatigan los pasillos de las redacciones.
Bardini los define como “intelectuales a la carta y conferenciólogos afiliados al club del elogio mutuo, la premiación recíproca y las escaramuzas a los codazos para salir en la fotografía, cultores orales de un concepto de Patria Grande que en la práctica no excede los límites municipales”. Y es generoso, dado que en realidad no son otra cosa que macaneadores orgullosos de haberse librado de la “tiranía de la coherencia y la verdad” agrupados bajo el difuso término de “posmodernismo”, para ocultar su aridez conceptual, su pensamiento de sirga. Falsificadores de moneda cultural, menestrales de las palabras, clochards disfrazados de intelectuales, alquimistas que transmutan mierda en palabras, su producción se resume en títulos como “La nada es todo”, “Dialéctica de la ebriedad”, “El placer del suicidio”, “Semiótica del orgasmo”, “Falocracia matemática” y barbaridades similares, que fueron convenientemente promocionadas por algunas “gestiones culturales” a nivel nacional y provincial.
En realidad fueron y son élites culturales divorciadas del pueblo y la realidad, denunciadas por Ramón Doll como responsables de que “nuestra cultura haya vivido desasida, desprendida del país”. Decía el recordado Jorge Abelardo Ramos que “los poetas argentinos que más se ocupan de lo mágico, lo angélico, lo delirante o lo metafísico, están a mil leguas de rehacer en sí mismos todos los procesos de iconoclastia, enfermedad y locura que dotaron al arte europeo de artistas en estado salvaje. Nuestros intelectuales traducen pasiones ajenas: desarraigados, sin atmósfera, sombras de una decadencia o una sabiduría que otros vivieron. De ahí que la literatura argentina posea ese carácter gris, igualitario y pedante que aburre e indigna”.
Pensamiento de sirga, remedo de estilos y conceptos que arribaba a nuestras costas como los restos de un naufragio, terminología estéril sobre la cual vanamente intentaron advertir publicistas como Pablo Rojas Paz desde las páginas de la revista Martín Fierro allá por 1927: “Contra nosotros se han inventado palabras temibles y largas. Norteamérica inventa el Panamericanismo, Francia descubre el latinoamericanismo, España crea lo del hispanoamericanismo. Cada uno de esos términos esconde bajo su mala actitud de concordancia un afán no satisfecho de imperialismo. De cuando en cuando estos imperialismos creen conveniente una demostración de fuerza a la que sigue una protesta formal… Nosotros estamos organizando un idioma para nosotros solos y de aquí nos vendrá la libertad. Es un signo de potencia espiritual de un pueblo el de transformar el idioma heredado”.
Todavía perduraba la resaca de la ebriedad del Centenario, donde la oligarquía portuaria festejaba el remplazo de una administración colonial por una neocolonial, mientras algunos cerebros lúcidos como Ricardo Rojas se preguntaban qué grado de cosmopolitismo podíamos soportar y otros como Manuel Ugarte, verdadero Ulises de América, navegaban en solitario la geografía de la Patria Grande exhortando, vanamente, a la articulación de un Zollverein propio como ya lo había realizado exitosamente la nación alemana. Esto implicaba retomar lo que había sido en la etapa colonial, pero hacerlo críticamente. Arturo Andrés Roig sostiene que Ugarte “no ignoraba que las tradiciones nada valen si no son asumidas desde una autoafirmación del sujeto que las ejerce. En la carencia de esta autoafirmación y no en la carencia de un legado vio que se encontraba el problema hispanoamericano”.
Este anhelo intentó cristalizarlo el magisterio de Raúl Scalabrini Ortiz: “Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos”. No hace mucho escribimos que “la voz de Scalabrini no era un altavoz, era una conciencia. Una, dos generaciones atrás de Scalabrini Ortiz, el ideal nacionalista no existía entre nosotros, adormecido por los tóxicos de la reacción y el colonialismo”. Ideal que, tal como sucedió en España con el hidalgo Dionisio Ridruejo, muchas veces fue enturbiado por los merodeadores de las cloacas políticas, obsesionados por la facilidad del golpe militar, que les ahorraría la lucha larga y dura del opositor al Régimen y les aseguraría el condumio. Esta actitud respondía a una falta de personalidad propia, originada en una desconfianza radical en las posibilidades de la Argentina para llevar a cabo una política de signo nacionalista, llegando a considerar un absurdo, cuando no un crimen contra los principios, que el nacionalismo aspirara a ser un movimiento popular y mayoritario.
Es que tal como en su momento planteó el nicaragüense Sergio Ramírez, “el poder muy pocas veces fabrica héroes o engendra leyendas. Y la leyenda también es enemiga de los que se hacen ricos a la sombra del poder y se despojan de sus ideales como si se tratara de una piel incómoda. Las leyendas se tejen desde abajo, a la luz de las hogueras del recuerdo agradecido con quienes lo dieron todo sin pedir nada a cambio. Las cabezas de las estatuas oficiales, generalmente huecas, no dejan nunca de quedar cubiertas por los excrementos de los pájaros.”
La mayoría de los condenados de estas páginas fueron por mucho tiempo, y algunos lo siguen siendo, los villanos de la historia. Tal es el caso de Gregorio Selser, cuya intensa trayectoria y profusa producción es curiosamente omitida por medios que proclaman ser afines a sus ideas. Otros fueron bandoleros execrables, responsables de asesinatos, arbitrariedades y abusos, enemigos del nuevo orden que era necesario imponer. Los “malos” de la película. Pero la memoria popular lavó sus nombres de culpas sangrientas y convirtió, si acaso, sus pecados capitales en pecados veniales.
La puerta por donde se entra al mito es muy estrecha y la mayoría de las veces no la abre el protagonista sino el pueblo o algún hierofante. Ningún decreto le otorgó a Villa o a Zapata el título de generales, pero ahora en México son los únicos generales que valen. Eso me recuerda la respuesta que dio Sandino, asesinado a mansalva también por el poder, cuando alguien le preguntó con arrogancia quién lo había hecho general: “Mis hombres, señor”, fue la humilde respuesta. Pero otros llegaron al mito por la azotea o la alcantarilla, en raras conjunciones sociales o personales que adelantaban un futuro de peripecias, ajenos al pueblo o desconocidos por la multitud, verdaderos “psiconautas” de territorios surrealistas donde “el plomo flota, el corcho se hunde y los aviones chocan con los autobuses”, a los que un personaje de Hugo Pratt al que Bardini retrata con la entrañabilidad del “cuate”, agrega que “en este país se fríen las camisas y se planchan los huevos”.
Pueden señalarse algunas ausencias esta galería de singularidades americanas pero la más significativa es, sin lugar a dudas, la del propio autor, con su aspecto de marine retirado actuando de contratista en la Triple Frontera, a punto de tomarse el último helicóptero tras alguna fechoría, o con la apariencia de Roberto Payró o Fray Mocho en las tinieblas de la redacción, mientras susurra y se atusa el taimadamente el bigote, dispuesto a enaltecer -o reventar- a algún protagonista.
En estos momentos en que los destinos del mundo son más que nunca enigma, en que las contiendas actuales deforman violentamente las perspectivas del pasado de pueblos y culturas, nada puede instruir tanto como un libro que nos muestre panorámicamente los paradigmas que empedraron la senda que, tras dos centurias de desencuentros e incluso enfrentamientos, parecería que volvemos a transitar juntos. Porque es difícil y lleva tiempo transformar los arquetipos sociales en seres humanos y el autor lo logra con oficio y arte al despegarlos de los datos biográficos, al limpiarlos de las diatribas y los ditirambos, al darles encarnadura y ponerlos en movimiento. Con maestría en el manejo del relato y la secuencia narrativa, que no desdeña toques de naturalismo pero se afirma en el romanticismo esperanzado de aquellos que consideran que la América profunda arde secretamente en algunos cerebros atrevidos, este libro es un verdadero repique de campanas para quienes consideramos -contrariamente al designio del gobierno mundialista- que la historia no ha terminado.
Pepe Muñoz Azpiri y Roberto Bardini
Rebeldes en penumbras - Vidas ilustres de hombres olvidados, ignorados o condenados, de Roberto Bardini contiene las biografías de David Jewett, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Rafael de Nogales, Manuel Ugarte, Raúl Scalabrini Ortiz, Gregorio Selser, Roque Dalton, José de Jesús Martínez y Roberto Sosa. Su prólogo, de Pepe Muñoz Azpiri (h), es el que antecede.

fuente: AdR

lunes, 21 de octubre de 2013

“El paraíso son los demás”


“Hay que romper con ciertos prejuicios sobre la militancia”

Hugo Montero publicó una biografía sobre el autor de El Eternauta. Señala la necesidad de desmontar lugares comunes, como aquel que dice que los militantes “priorizaron la política por encima de los hijos, cuando en realidad ellos hacían política con los pibes encima”.

 Por Silvina Friera
“El paraíso son los demás”, escribe el más importante narrador de aventuras de este país, polemizando con Sartre. Ya no es el mismo, el Viejo. En la bitácora de ese itinerario que comenzó en las fronteras de una viñeta y que trascendió el campo de la imaginación, sorteó los prejuicios, las dudas y las desconfianzas del pasado. El ejemplo de sus jóvenes hijas, Beatriz, Estela, Diana y Marina, fue la chispa que encendió la convicción del compromiso militante en Montoneros. A una edad en que muchos otros preferirían mirar el devenir de la historia “desde la banquina de la comodidad y el escepticismo”, Héctor Germán Oesterheld eligió dar un paso al frente y transformarse entre compañeros. El pibe que leyó sus obras con una voracidad insaciable tampoco es el mismo. Y da en el blanco –o en ese agujero negro– cuando dice que no es sencillo leer una biografía del autor de El Eternauta que se detenga exhaustivamente en ese camino político. “Algo obtura ese relato ausente o disperso. Algo que no permite profundizar la mirada, que incomoda, que perturba”, plantea Hugo Montero en la introducción de Oesterheld, la biografía. Viñetas y revolución (Sudestada), un libro notable que viene a saldar esa deuda.
El autor de esta biografía, fundador y codirector de la revista Su-destada, advierte que la tragedia familiar –la desaparición de las cuatro hijas y del propio Oesterheld– quizás haya sido el elemento que impidió hasta ahora poner la lupa sobre el trayecto militante en Montoneros, además del rechazo que han generado las erradas decisiones de la dirección partidaria. “¿Cómo fue que Oesterheld, un lector sagaz, agudísimo, no leyó el aventurerismo político de la militarista cúpula montonera”, se pregunta Guillermo Saccomanno. Montero intenta esbozar una respuesta al interrogante. “Ni Oesterheld ni sus hijas eran cuadros dirigentes de la organización en la que militaban. Por el contrario, eran militantes de base –aclara–. Su ámbito de trabajo político fue la villa y la prensa, su diálogo se generó con los compañeros que compartieron con ellos esos universos, y el vínculo militante pasó muchas veces menos por lo estratégico y programático que por lo afectivo. En tantos ensayos acerca de los años ’70, el eje siempre gira alrededor de tácticas asumidas por las direcciones, pero soslaya en muchos casos el anónimo trabajo en la base, el esfuerzo silencioso de todos los días, el vínculo inquebrantable con vecinos y trabajadores, el borrador de una historia que también merece ser contada.”
–Queda claro en el libro que son las hijas las que lo llevan a militar. Que Oesterheld comienza teniendo empatía con el entusiasmo militante de sus hijas y luego se va involucrando cada vez más.
–Sí, sin dudas. Ellas eran pibas jóvenes y estaban más predispuestas a superar el dilema entre teoría y práctica: “Sometamos las ideas al mundo de la realidad, veamos en la calle cómo resuelven los excluidos, los oprimidos, los marginados, esta contradicción”. Las chicas hacen esa experiencia de campo, y Héctor escucha los relatos de ellas en las sobremesas de la casa, en ese ámbito que es clave para entender cómo se van comprometiendo. El tiene mucha admiración por las chicas, tiene una relación muy cercana, de pares, más allá de que son muchos años que los separan. El Viejo siente que su ámbito cotidiano, su ámbito de discusión sobre política, sobre cultura, sobre todos los temas, está ligado a esa generación. Evidentemente es un fenómeno que tiene que ver con la nueva izquierda, porque hay muchos casos de padres que militan a partir del ejemplo de sus hijos. Héctor es uno de los más paradigmáticos, porque las cuatro chicas terminaron vinculadas a una organización revolucionaria.
–¿Qué fue lo que más lo sorprendió durante la investigación?
–Yo no conocía la dinámica de las juntadas a la noche en el chalet de Beccar. Sabía la historia de los Fernández Long –los hermanos Pablo y Miguel–, que habían sido señalados por Elsa como los responsables de haber apresurado los tiempos de las chicas y de Héctor. Encontrarme con ellos me permitió primero comprender la posición de Elsa y luego la de ellos. Y ahí apareció la dinámica de juego, de charlas, de sobremesa, de lecturas ligadas al grupo de amigos, en que la cuestión política no era lo central al principio; no era un cenáculo de discusiones sobre la lucha armada. En esa dinámica vi el pasaje del Viejo que recibe a los pibes jóvenes, que escucha y mezcla en ese puchero todo lo que cada uno trae. El Viejo es receptor de toda esa información, pero no desde un lugar del patriarca erudito y catedrático que les da clase a los pibes, sino del que escucha y quiere tratar de entender la realidad que está pasando a través de las hijas y de los amigos de las hijas. La verdad que era una imagen que yo no tenía de Oesterheld.
–Lo imaginaba más encerrado, escribiendo, pensando. –Más intelectual, sí. Además, todos los que lo conocieron del mundo de la historieta tenían una imagen de él más serio, más gruñón y conflictivo como patrón, porque en algún momento fue jefe de su propio proyecto editorial –Frontera– y eso siempre genera roces, chisporroteos y contradicciones. Sacarlo de ese lugar y verlo al Viejo en cueros, como me contaron, haciendo el asado o sentado en un sillón con una copa de ginebra en la mano quedándose dormido, o jugando a los baldazos al carnaval en el chalet, es una imagen que rompe esa idea del tipo que le va mal en su proyecto profesional. En su casa encuentra un refugio de felicidad, pero es ahí también donde se empieza a preguntar cómo hacemos para cambiar el mundo.
Al principio, cuando arrancó con la escritura de la biografía, Montero quería dividir el libro en tres partes: el oficio, el amor y la pasión revolucionaria. Pronto comprendió que era descabellado intentar mantener ese plan. “El entrecruzamiento se da todo el tiempo, particularmente al final, cuando se vincula orgánicamente con Montoneros y pasa a publicar historietas en la prensa partidaria y a la vez milita en una villa del Norte del conurbano, en la Sauce, con Beatriz. Hay un trasvasamiento que no me permitía escindir las historias. Es imposible comprender sus trabajos políticos sin el vínculo que tenía con las chicas –explica–. El Viejo asume desde el punto de vista narrativo algunos desafíos, como contar la historia argentina, y se mete en debates históricos revisionistas sobre Mariano Moreno, sobre Rosas. Esos mundos que aparentemente parecen separados están muy entrecruzados: cada uno fue marcando un pedacito de su evolución política, de su cambio como narrador. Muchos plantean que la parte política de Oesterheld es la menos imaginativa, la menos creativa. Pero en realidad hay cosas muy lindas desde el punto de vista estético en esa etapa.”
–Cuando Oesterheld interviene con estas historietas de carácter político, ¿están atravesadas por el imperativo de la actualidad militante? –Sí, en un punto están marcadas por la actualidad, por la coyuntura. Oesterheld entiende que en ese momento su función como intelectual orgánico es aportar esa mirada a la historia desde un punto de vista montonero. Hay un cruzamiento constante entre los traidores de Mayo de 1810 con los traidores del 25 de mayo de 1973. Si entrás a la historieta de Oesterheld por el lado de la aventura, la parte más rica es la de los años ’50. Eso es evidente. Ahora si intentás ver la obra que hace a nivel político, no es de baja calidad, sino que es distinta. A muchos del mundo de la historieta le sigue chocando la segunda parte de El Eternauta; hay cuentas que no cierran, pero él mismo dice que ya era otro, que tenía ganas de hacer otras cosas. Tenía una visión antiimperialista muy marcada y la aplica en su historieta.
–¿Por qué cuestiona el uso del Nestornauta y habla de “equívoco”? –Creo que hay un problema, que sucede también con otros militantes que terminan siendo símbolos, como Rodolfo Walsh y Haroldo Conti. El problema del Nestornauta es utilizar sólo lo que te sirve de ese símbolo. Hay cuestiones que se vinculan con tu lucha o con el dirigente al que intentás comparar, pero hay partes que incomodan y generan una discusión que no podés sostener. Por ejemplo el tema de la lucha armada o su militancia en Montoneros, que no están relacionadas con los Kirchner, que siempre fueron críticos de la lucha armada. Cuando elegís de símbolo a un militante montonero, con cuatro hijas militantes montoneras, hay que entender que hay cosas de ese símbolo que van a generar contradicciones desde el presente político. Como el hecho de que el fusil de Juan Salvo se borra con el Photo-shop; en ese intento de manipulación hay una apropiación simbólica sólo de algunos elementos. Si vas a elegir un símbolo, bancate lo que venga: la discusión sobre la lucha armada en los ’70, la militancia en Montoneros. Me parece que no es justo con Oesterheld porque él no tenía dudas respecto de su militancia, no la ocultaba, puso el cuerpo y militó a la par de pibes de veinte años. Y relegar esa parte, intentar ocultarla o dejarla en un segundo plano, me parece que no le hace justicia a Oesterheld, que es lo que me interesa validar.
“Un pasillo con paredes de látex azul brillante. Las paredes de El Vesubio. Héctor allí, de pie, mirando a su nieto. Reconociendo de inmediato la dimensión de esa presencia: la ternura infinita del abuelo que se sienta a tomar la chocolatada con el nieto, a mirar los dibujitos en un viejo televisor, y el más lacerante dolor consumiéndolo por dentro. El Viejo lo sabía: si Martín está allí solito, era porque Estela había caído. La última de las chicas, la cuarta. Otro desgarro incurable, otra ausencia”, relata Montero en la biografía. “No necesito más homenajes ni las pelotas, no quiero saber nada de eso –dice Martín Mórtola Oesterheld, guionista y director de cine–. Cuando salí del juicio por El Vesubio, yo no podía dejar de pensar en mi abuelo. En mi abuelito, no en Oesterheld. El primer recuerdo de toda mi vida es estar con mi abuelo en El Vesubio, y seguramente hablando de las cosas que yo hablaba con él, o de lo que yo hablo hoy con mis hijos. El dato es que mi abuelo sabía lo que le esperaba. No puedo dejar de verla como una secuencia: mi abuelo hablando conmigo sabiendo que acababan de asesinar a su hija, y me habla y jugamos como si nada pasara.”
–El encuentro con Martín es uno de los momentos más impactantes de la biografía, ¿no? –Sí, a mí me aportó una mirada distinta de cómo se da el proceso de construcción de la memoria a nivel colectivo. Martín habla de una etapa en la que relacionarse con un desaparecido era equivalente a ser hijo de un subversivo, a ser discriminado o chicaneado por las instituciones del Estado, y cómo ese discurso fue variando pero la posición de él no fue cambiando sobre lo que eran sus viejos. Uno escucha a hablar a Martín y te ponés a pensar en lo que han vivido los hijos de desaparecidos. Son miradas muy inteligentes, muy elaboradas; ha tenido un largo proceso de discusión con él mismo y con la memoria de sus viejos y de su abuela. El discute todo el tiempo con su abuela. Lo mismo hace Fernando (Araldi). Ellos tienen una relación de amor y conflicto constante con Elsa, como lo tenían también las chicas. La mirada de Martín es muy elaborada porque está cansado de los homenajes. El quiere otro vínculo con el recuerdo. El quiere la imagen íntima con su abuelo, por eso defiende esos espacios propios como un tesoro.
–¿Coincide con Martín en la necesidad de bajar del pedestal a Oesterheld? –Sí, es difícil reclamarle cosas a esa imagen en el pedestal. Hay que bajarlo de ahí y saber cosas chiquitas. Martín se mira en las fotos –y yo las vi– y en todas las fotos están Estela, el Vasco y él chiquito. Hay una presencia de los tres muy fuerte. Los compañeros lo veían a él en la isla Maciel, donde militaban los viejos. Martín se sabe parte de una construcción familiar y se siente cómodo con ese recuerdo, que después fue truncado por el genocidio; pero rompe con ciertos lugares comunes y prejuicios sobre la militancia que está bueno sacárselos de encima definitivamente: que priorizaron la política por encima de los hijos, que dejaron atrás las cuestiones familiares y se volcaron exclusivamente a la política, cuando en realidad ellos hacían política con los pibes encima. Ese fue el caso de las chicas.
Un grupo de tareas secuestró a Oesterheld en La Plata, el 27 de abril de 1977. Varios testimonios de sobrevivientes dan cuenta de su paso por los campos de concentración de Campo de Mayo, en el regimiento de Monte Chingolo, en El Vesubio de La Matanza y El Sheraton de Villa Insuperable. A cada una de las preguntas de sus carceleros por algún dato, una casa, una persona, el Viejo terco respondía con la misma frase: “No tengo nada que decir; no tengo nada que negociar”. Después de un traslado masivo desde El Sheraton presuntamente a la localidad bonaerense de Mercedes, en febrero de 1978, se diluye el rastro del escritor. “Como en una doliente historieta –escribe Montero–, la silueta de Héctor se funde en el negro de la viñeta. Y en el siguiente cuadrito, se hace sombra.”


fuente Página 12

jueves, 17 de octubre de 2013

17 de octubre de 1949: Discurso de Eva Perón en la Plaza de Mayo



Mis queridos descamisados de ayer y de hoy, mañana y de siempre:
A todos ustedes, que comprendieron en la hora decisiva que peligraba el destino de la Patria y jugaron su vida para que triunfara la justicia, a ustedes, que rescataron al coronel Perón de las garras del odio y con amor encendieron el impulso y alientan todavía su fuerza aglutinante que transformó la Patria con asombro del mundo.
Es el amor de ustedes el que floreció en el rescate hace cuatro años. Hace cuatro años desde este mismo balcón, bajo este mismo pedazo de cielo y frente a esta misma multitud del pueblo, se consagró un hombre, nuestro querido Coronel Perón.
Hoy, y por siempre sea, vuelve a vivirse la jornada gloriosa, que queda incorporada a la historia de la Patria como clásica definición de la argentinidad. Hace cuatro años esta histórica plaza se reencontraba en sus ansias de justicia, en sus anhelos de bienestar, en su firme determinación de libertad. Hace cuatro años, mis queridos descamisados, se reencarnaba el grito del Cabildo, con sostén de pueblo, al amparo de una voluntad también firme, que es la voluntad de nuestro pueblo argentino. Desde estos mismos balcones, el líder asomaba como un sol, rescatado por el pueblo y para el pueblo, sin más armas que sus queridos descamisados de la Patria, retemplados en el trabajo.
Este es el origen puro de nuestro Líder. Es necesario decirlo y destacarlo. No salió de las combinaciones de un comité político. No es el producto del reparto de las prebendas. No supo, no sabe, ni sabrá nunca de la conquista de las voluntades, sino por los caminos limpios de la justicia.
Esa es la raíz de la razón de ser del 17 de Octubre. Esa es su partida de nacimiento.
Nació en los surcos, en las fábricas y en los talleres. Surge de lo más noble de la actividad nacional.
Fue concebido por los trabajadores en el trabajo y su desarrollo contempla sus aspiraciones también en el trabajo. El 17 de octubre, mis queridos descamisados, es una aspiración, es un canto hecho ya realidad.
Estamos en una obra que nada ni nadie podrán detener. Ya he tenido oportunidad de decir, ¡dentificada con el líder, que el peronismo no se aprende ni se proclama, se comprende y se siente. Por eso es convicción y es fe. Por eso, también, no importan los rezagados del despertar nacional. Yo no deseo, no quiero para el peronismo, a los ciudadanos sin mística revolucionaria. Que no se incorporen, que queden rezagados, si no están convencidos. El que ingrese, que vuelque su cabeza y su corazón sin retaceos, para afrontar nuestras luchas, que siempre habrán de terminar en un glorioso 17 de Octubre. Pero en nuestro movimiento no tiene cabida el interés y el cálculo. Marchamos con la conciencia hecha justicia que reclama la humanidad de nuestros días.
Peronismo es la fe popular hecha partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patria.
Hace poco tiempo, para definir mi condición de peronista, expresé: Luchamos por la Independencia y la soberanía de la Patria, por la dignidad de nuestros hijos y de nuestros padres, por el honor de una bandera, por la felicidad de un pueblo escarnecido y sacrificado en aras de una avaricia y un egoísmo que no nos han traído sino dolores y luchas estériles y destructivas.
Si el pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser peronista sería un derecho. En nuestros días, ser peronista es un deber. Por eso soy peronista.
Soy peronista por conciencia nacional, por procedencia popular, por convicción personal y por apasionada solidaridad y gratitud a mi pueblo, vivificado y actuante otra vez por el renacimiento de sus valores espirituales y la capacidad realizadora de su jefe, el General Perón.
Esta es la definición de un peronismo auténtico, que tiene su raíz en la mística revolucionaria.
Esta es la definición del peronismo del 17 de Octubre de 1945, sin otro interés, sin otro cálculo, sin otra proyección que el bienestar de la Patria, traducido en el bienestar de los trabajadores en sus múltiples actividades.
Yo invito al pueblo a meditar sobre el significado, sobre la honda proyección del 17 de Octubre. Es la única, la auténtica, la definitiva revolución popular que se opera en nuestro pueblo. Una revolución histórica se justifica cuando sus causas sociales, políticas y económicas las determinan.
Y ahí está la justificación de la revolución histórica del 17 de Octubre. Fue determinada por causas sociales, políticas y económicas. En lo social, el abandono total de la justicia, con el enquistamiento de los privilegios y la explotación del trabajador. En lo político, con la sistematización del fraude en favor de los partidos que se turnaban en el Gobierno o se lo quitaban mutuamente según el menor o mayor apoyo de los intereses en juego y en lo económico, el entreguismo y la venta del país, surgidos de sus reyertas.
Contra ello, y para destruir ese estado de cosas, el pueblo rescató a su Líder y lo ubicó en este balcón el 17 de octubre de 1945.
Cumplo una obra eminentemente peronista, que se inspira en la doctrina del General Perón y tiene como fundamento y base los principios sociales que arrancan del 17 de octubre. Toda mi acción está dirigida a los trabajadores de la Patria y a interpretar el pensamiento y el sentimiento del General Perón, con quien trato de colaborar en su incansable labor en favor del pueblo que él tanto ama. No creo que mis actividades para mitigar el dolor de los necesitados puedan constituir un mérito. Por el contrario, lo interpreto como un deber de quien puede hacerlo.
Quiero ahora destacar la enorme satisfacción que me produce auscultar esta perfecta unidad entre el pueblo y el General Perón. Hecho nuevo que también tiene su origen en el 17 de octubre. Movidos, dinamizados por idénticos anhelos y las mismas aspiraciones, el pueblo y su Líder forman hoy una unidad indestructible, que consolidan y ensanchan el camino del  movimiento peronista.
De nada valdrá, entonces, el mezquino retaceo de los rezagados y los resentidos.
Felizmente para nosotros, en nuestra historia los luchadores siempre han sido los más, y los rezagados los menos. El pueblo, en todas sus etapas, marchó a la cabeza de las minorías acomodaticias y alcanzó sus objetivos comunes siempre que encontró un conductor capaz de señalarle los caminos y de unificar sus energías populares, evitando su dispersión. Y abandonó a los costados del sendero, como se abandona a lo inútil, a los cobardes incapaces de colaborar en la grandeza de la Patria. Sólo así fue posible nuestra Independencia, uniendo la consecuencia y la combatividad de los sectores más populares de la población a los anhelos y a la conciencia de los hombres de Mayo. Sólo así fue posible la epopeya de la guerra por la liberación de medio continente, cuando los gauchos, los descamisados, siguiendo la alta inspiración sanmartiniana llevaron la bandera de la libertad y autodeterminación a las playas del Pacífico. Y sólo así fue posible nuestra segunda y definitiva liberación, cuando los trabajadores argentinos, unidos en un solo bloque alrededor del Coronel Perón, proclamaron, en un día como hoy y en este histórico lugar, que sus viejos enemigos, la oligarquía y el imperialismo, ya no tenían nada que hacer en esta nueva Argentina, otra vez en marcha porque había encontrado su conductor.
Ya saben los descamisados que la bandera peronista no será jamás arriada. Los cientos de miles de corazones que hoy palpitan en esta plaza histórica, constituyen el símbolo de la lealtad. Por eso, con ese nombre, se ha denominado el 17 de Octubre “Día de la Lealtad” porque encarna la lealtad de un pueblo para con su Líder, día de la lealtad entre hermanos de una misma causa que marchan seguros de su fuerza y de su destino.
El 17 de Octubre, compañeros, ya está definitivamente incorporado a la historia de la Patria por voluntad soberana de su pueblo. Se cierra y comienza una nueva etapa de la vida argentina que transforma fundamentalmente su fisonomía social, política y económica.
Por eso, el Líder de los argentinos, nuestro glorioso General Perón, puede hoy afirmar, con razón y orgullo, al mundo entero, desde el Preámbulo de la Nueva Constitución Argentina, que formamos “una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”.
Por eso todo el pueblo está de pie, observa, vigila y hace de la lealtad su culto, su ley y su bandera. Lealtad que hace temblar la plaza histórica en la noche del rescate; lealtad que se hará justicia con su propia mano el día de la traición; lealtad que sólo pueden sentir los que quieren a la Patria y no se venden al oro extranjero; lealtad de dos amigos que juntos forjaron el destino de la Patria y el fervor del pueblo que los sigue; lealtad de todo un pueblo que siente que en su alma no cabe la traición, y cuando la sospecha pasa como una sombra hay un solo grito:
“¡La vida por Perón!”


[Texto gentileza de historiadelperonismo.com y de Roberto Maffeis]

fuente :ADR

el día en que esta Argentina nació...





 
"Trabajadores: hace casi dos años dije desde estos mismos balcones que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino. Hoy a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio activo del Ejército. Con ello, he renunciado voluntariamente al más insigne honor al que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y laureles de general de la Nación. Ello lo he hecho porque quiero seguir siendo el coronel Perón, y ponerme con este nombre al servicio integral del auténtico pueblo argentino. Dejo el sagrado y honroso uniforme que me entregó la Patria para vestir la casaca de civil y mezclarme en esa masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la Patria.
Por eso doy mi abrazo final a esa institución, que es el puntal de la Patria: el Ejército. Y doy también el primer abrazo a esa masa grandiosa, que representa la síntesis de un sentimiento que había muerto en la República: la verdadera civilidad del pueblo argentino. Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria. Es el mismo pueblo que en esta histórica plaza pidió frente al Congreso que se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer a este pueblo, grandioso en sentimiento y en número. Esta verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha, ahora también, para pedir a sus funcionarios que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero pueblo.
Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción: pero desde hoy, sentiré un verdadero orgullo de argentino, porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Patria. Hace dos años pedí confianza. Muchas veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien lo ayuda. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclarme en esta masa sudorosa, estrecharla profundamente en mi corazón, como lo podría hacer con mi madre. (En ese instante, alguien cerca del balcón le gritó: ¡un abrazo para la vieja!) Perón le respondió: Que sea esta unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo no solamente posea una unidad, sino para que también sepa dignamente defenderla. ¿Preguntan ustedes dónde estuve? ¡Estuve realizando un sacrificio que lo haría mil veces por ustedes! No quiero terminar sin lanzar mi recuerdo cariñoso y fraternal a nuestros hermanos del interior, que se mueven y palpitan al unísono con nuestros corazones desde todas las extensiones de la Patria. Y ahora llega la hora, como siempre para vuestro secretario de Trabajo y Previsión, que fue y seguirá luchando al lado vuestro para ver coronada esa era que es la ambición de mi vida: que todos los trabajadores sean un poquito más felices.
Ante tanta nueva insistencia, les pido que no me pregunten ni me recuerden lo que hoy ya he olvidado. Porque los hombres que no son capaces de olvidar, ni merecen ser queridos y respetados por sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo. Dije que había llegado la hora del consejo, y recuerden trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa Patria, en la unidad de todos los argentinos. Iremos diariamente incorporando a esta hermosa masa en movimiento a cada uno de los tristes o descontentos, para que, mezclados a nosotros, tengan el mismo aspecto de masa hermosa y patriótica que son ustedes.
Pido, también, a todos los trabajadores amigos que reciban con cariño éste mi inmenso agradecimiento por las preocupaciones que todos han tenido por este humilde hombre que hoy les habla. Por eso, hace poco les dije que los abrazaba como abrazaría a mi madre, porque ustedes han tenido los mismos dolores y los mismos pensamientos que mi pobre vieja querida habrá sentido en estos días. Esperamos que los días que vengan sean de paz y construcción para la Nación. Sé que se habían anunciado movimientos obreros; ya ahora, en este momento, no existe ninguna causa para ello. Por eso les pido, como un hermano mayor, que retornen tranquilos a su trabajo y piensen. Y hoy les pido que retornen 
tranquilos a sus casas, y esta única vez, ya que no se los puedo decir 
como secretario de Trabajo y Previsión, les pido que realicen el día de 
paro festejando la gloria de esa reunión de hombres que vienen del trabajo 
que son la esperanza más cara de la Patria.
He dejado deliberadamente para lo último, el recomendarles que antes 
de abandonar esta magnífica asamblea, lo hagan con mucho cuidado. 
Recuerden que entre todos hay numerosas mujeres obreras, que han 
de ser protegidas aquí y en la vida por los mismos obreros; y finalmente, 
recuerden que estoy un poco enfermo de cuidado y les pido que recuerden 
que necesito un descanso que me tomaré en el Chubut ahora, para reponer 
 fuerzas y volver a luchar codo a codo con ustedes, hasta quedar exhausto 
si es preciso. Pido a todos que nos quedemos por lo menos quince 
minutos más reunidos, porque quiero estar desde este sitio contemplando 
este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en estos días."

JUAN DOMINGO PERÓN 



tres vistas poéticas:

 ¿Cómo vivieron los poetas el 17 de octubre? ¿Cómo se expresó en la poesía el surgimiento del peronismo? Leopoldo Marechal se hizo peronista ese mismo día y compuso un soneto en el que equipara la movilización del 17 de octubre con la gesta épica de la Revolución del Mayo.  Pero no sólo los peronistas pusieron palabras a aquel acontecimiento que cambió para siempre la realidad política argentina: Silvina Ocampo escribió un poema cargado de sentimientos de desconcierto y terror. En ambos casos, son poemas escritos al calor de los mismos acontecimientos que persiguen. Finalmente, muchos años después, Leónidas Lamborghini escribió "Las patas en las fuentes", un poema que bien puede ser considerado el 17 de octubre de la poesía argentina.


Leopoldo Marechal (1900-1970): Al 17 de Octubre
Una biografía lo define así: vanguardista, católico, peronista. Leopoldo Marechal escribió poesía, narrativa, teatro y ensayo; también fue maestro, profesor de enseñanza secundaria y secretario de cultura del gobierno peronista. Participó de los movimientos porteños vanguardistas de la década de 1920 junto a Oliverio Girondo, Macedonio Fernández y Jorge Luis Borges, entre otros. Por su adhesión al peronismo, fue relegado por la “alta cultura” de su época. A partir del golpe de 1955, se autodenominó "poeta depuesto". Más tarde fue recuperado y su obra es actualmente una instancia ineludible de la literatura latinoamericana.
El 17 de Octubre según Marechal
Fragmento extraído de la entrevista Palabras con Leopoldo Marechal, realizada por Alfredo Andrés en 1968. Extraído del libro: "La Jornada del 17 de octubre" compilado por Fermín Chávez:
Leopoldo Marechal: "Era muy de mañana, y yo acababa de ponerle a mi mujer una inyección de morfina (sus dolores lo hacían necesario cada tres horas). El coronel Perón había sido traído ya desde Martín García. Mi domicilio era este mismo departamento de calle Rivadavia. De pronto me llegó desde el Oeste un rumor como de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular y, enseguida, su letra:
"Yo te daré
te daré, Patria hermosa,
te daré una cosa,
una cosa que empieza con P
Perooón".
Y aquel "Perón" resonaba periódicamente como un cañonazo. Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina "invisible" que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista".
Al 17 de octubre
Era el pueblo de Mayo quien sufría,
no ya el rigor de un odio forastero,
sino la vergonzosa tiranía
del olvido, la incuria y el dinero.
El mismo pueblo que ganara un día
su libertad al filo del acero
tanteaba el porvenir, y en su agonía
le hablaban sólo el Río y el Pampero.
De pronto alzó la frente y se hizo rayo
(¡era en Octubre y parecía Mayo!),
y conquistó sus nuevas primaveras.
El mismo pueblo fue y otra victoria.
Y, como ayer, enamoró a la Gloria,
¡y Juan y Eva Perón fueron banderas!



Silvina Ocampo (1903 –1993): Esta primavera de 1945, en Buenos Aires
Silvina Ocampo escribió sobretodo poesía y cuentos. Proveniente de una familia de la aristocracia porteña, formó parte de los círculos destacados de la alta cultura. Junto a Victoria Ocampo, su hermana, Adolfo Bioy Casares, su esposo, y Jorge Luis Borges conformaron el grupo que ingresó en la historia de la literatura argentina bajo el nombre “Sur”, nombre que llevaron la revista y editorial que dirigió Victoria Ocampo. En 1955 "Sur" dedicó un emblemático número de la revista a la celebración del derrocamiento del peronismo. En ése número, Silvina Ocampo publicó "Testimonio para Marta", un poema a su hija, una suerte de legado maternal contra el olvido que, con fuerza de ley, profesa:
Las tiranías son siempre como las pestes.
Tendrás que recordarlas, existen estas cosas:
Hay hombres todavía que veneran a Rosas.
Mucho antes, en plena emergencia del peronismo, Silvina Ocampo escribió “Esta primavera de 1945, en Buenos Aires”. El poema se publicó en la revista Anti-Nazi el 29 de noviembre de 1945.
Esta primavera de 1945, en Buenos Aires
Hoy, en la sombra tibia, con detalles,
en la inscripción de tiza, en la basura,
lloro la suerte de mi patria, oscura,
entre los paraísos de las calles.
Esas molduras pálidas de acanto,
esas flores violetas en el suelo
muestran su imagen a través de un velo
que enturbia el puro goce de mi canto.
¡Con qué impudicia la naturaleza
no suspende una sola de sus rosas!
Como cuando alguien muere: en estas cosas
pensamos en las horas de tristeza.
He oído como en sueños a un tirano
con una quejumbrosa exultación
interrumpir la noche, en un balcón,
amenazando un trágico verano.
En distintas ventanas de las casas
he visto disparar ciegos caballos,
y elevarse los sables como rayos
castigando a mujeres en las plazas.
Vi morir a estudiantes tristemente,
asesinados por la policía:
y en la profundidad azul del día
la cobardía, abyecta, impenitente.
Yo vi una turba histérica, incivil,
que a la Casa Rosada se acercaba,
mientras que en la memoria se mezclaba
como un recuerdo, ya, el presente hostil.
El niño envuelto en una azul bandera
y los caballos inocentemente
acompañaban a esa triste gente
que escribía palabras en la acera.
Por esas mismas largas avenidas
ángeles nunca vistos en las puertas
surgieron de las casas descubiertas
al oír nuestras voces encendidas.
Quise pintar avergonzada a Clío
escondiéndose el rostro con el brazo,
en el fondo apenado del ocaso
allá por donde acaba el caserío.
De las provincias y gobernaciones
llegan hasta mi oído los clamores
tan melancólicos, entre las flores,
y siento en mí crecer los corazones
de este país tan grande como el mundo.
¡Oh, desolada confusión del día,
que ha transformado en odio la armonía
de un territorio plácido y profundo!
En las confiterías, en los coches,
en los confines de los arrabales,
en arcanos y férvidos umbrales
con plantas, en las casas, en las noches
de terrenos baldíos y de luna
donde se adoran las palomas quietas
en las últimas pálidas glorietas,
en la luz del amor, en la infortuna,
en los gomeros hondos y en la reja,
en la sombra del río, en la pobreza,
en los jardines siento esta tristeza.
Es la voz de mi patria que se queja.


Leónidas Lamborghini (1927-2009): Las patas en las fuentes

La obra de Leónidas Lamborghini es principalmente poética, aunque también escribió narrativa y una obra de teatro titulada “Perón en Caracas”.  En la década del cincuenta trabajó en la industria textil, fue delegado gremial y en 1973, bajo la presidencia de Héctor J. Cámpora, ocupó durante tres meses el cargo de secretario de cultura del gobierno de la provincia de Buenos Aires. En 1977 se exilió en México y recién regresó a la Argentina en 1990.
En su obra se destaca El solicitante descolocado, producto de su trabajo entre 1966 y 1971, una reescritura en clave paródica de la historia política argentina: “Yo he usado la parodia para desenmascarar al modelo desde la risa. Y en vez de llorar frente a él, o de quejarse, reírlo. Esa risa crítica.”
El solicitante descolocado comprende tres poemas: “Las patas en la fuente”, seguido de “La estatua de la libertad” y “Diez escenas del paciente”.  En Las patas en las fuentes (1966), que porta en el título una versión pluralizada de la simbólica imagen del 17 de octubre, hay dos personajes principales: el solicitante descolocado y el saboteador arrepentido. Como en la poesía gauchesca, estos personajes dialogan, forman voces en contrapunto. De algún modo, este poema podría ser considerado como el 17 de Octubre de la poesía argentina: “El de Lamborghini es uno de los itinerarios más coherentes entre los que intentan darle una voz y un nombre a lo que somos y no a lo que deberíamos ser", dijo Juan Sasturain, en 1973 en el diario La Opinión.
Las patas en las fuentes (fragmentos)
Me detengo un momento
por averiguación de antecedentes
trato de solucionar importantísimos
problemas de estado;
vena mía poética susúrrame contracto
planteo, combinación
y remate.
En vez
tú no tienes voz propia
ni virtud
dijo
y escribes sólo para
yo quise decirle mentira mentira
para purificarme
(…)
Pueblo goloso perezoso lujurioso
porque las curvas económicas
nos son favorables
una nueva conciencia os pido
en marcha.
Y si las cosas se complican
descentralizar:
—Listo, vamos
gobemar es poblar es hablar;
apoyando mi oído
en el obrero concentrado:
vibra.
(…)
“No son todos los que están
no están todos los que son”
mi pobre especie
son
los no antologados.
El Saboteador Arrepentido
Oh Máquina de los recuerdos
y está música traqueteante
renace, que aún vive, que aún persiste
de los batanes
Gran Cuarto de los zurcidos
bajo el tribunal de las telas en crudo
en otoño nací.
¿Mi destino estaba sellado?
cuando la más vieja de las zurcidoras
—toca en mis sienes con su resplandeciente
aguja especializada—
dijo
—Dirigirá esta fábrica
toda la producción
pasando por sus manos.
Entonces me erguí
mitad empleado - mitad obrero
sólo como un monstruo sabría hacerlo
y trozos aún del cascarón textil
lo alcancé bien y comprendiendo que
aquello era
sentencia
angustia fabril
y dolor de conflictos en la mano de obra
Huyendo par debajo de las mesas
revisadoras
describo inverosímiles curvas
económicas avisé apresurado en las paredes
YO NO SOY TÉCNICO YO NO SOY TÉCNICO
—¿Qué es esto?
Hasta que el fabricante disfrazado
de patrón vistiendo su más fino casimir
su más peinado hábito
me envuelve con su cola y aquí
me deposita:
—Este es tu nuevo puesto

(...)
Me detengo un momento
en el país de los países
de las maravillas
la izquierda es la derecha
lo blanco es negro.
-Es éste el país
equívoco del equívoco
de los equívocos
pregunté.
(…)
En el país de:
y di tres pasos
hacia los libertadores
y eran los.
y matan y persiguen y rondan y secuestran
sollozando al occidente
sollozando al occidente
y bailan alrededor
de un cadáver que no muere
(…)
y estoy con la cabeza
metida en la cabeza
del adicto cabeza
y qué tiene
el adicto cabeza
en la cabeza
tiene
económicamente libres
y socialmente justos
tiene y tiene
políticamente soberanos
tiene el adicto
cabeza en la cabeza
-¡Y ese es un adicto cabeza!
dicen los libertadores
que son los
des-libertadores.
y los adictos
buscaban la salida
en el callejón
sin forzando la salida
adictos a
y la mujer que va al frente está
gritando
¡Todos unidos
hagamos antorchas compañeros!
(…)
“y había allí
manando sangre de muñones
“somos los destrozados
los mutilados
la vida por
la vida por
cruzando la Gran Plaza”
(...)
dios
dios
acelera las contradicciones
de los que tendrán
que ser devorados
y cuando llegará
ese día
en que los devoremos
y vi a ese
tipillo
limpiar su autillo
todo el día
y veo que complica
a su pequeño
enseñándole a adorar “eso”
complicándolo
en la horrible dedicación
de hacer brillar “eso”
oh dios
dios
y devorémoslo
también
(…)
entonces vi al saboteador
arrepentido
llevaba una bomba casera
entre sus manos
“y ya no estoy arrepentido”
me dice
cuando a los pocos pasos
la bomba estalló contra su vientre
y aún así reventado
llama
y yo acerco mi oído tenso a su boca
“la redención por la lucha”
me dice
“la insurrección es un arte
es un arte”
y así
expiró entre mis brazos
¡Y hagamos antorchas
compañeros!
gritó la mujer que iba al frente
y lo que esas antorchas
alumbran alzándose en su luz
“es la toma
del poder”
balbuceó el Buen Idiota
“ y también
cuando metimos las patas el poder
en las fuentes de la Gran Plaza”
dijo mirando a los adictos.

 

fuente: varias
           APU