entrevista al politólogo y docente de la UBA, Federico Montero

En relación a los últimos
acontecimientos desestabilizadores en Paraguay, Honduras y Ecuador, ¿qué
probabilidades hay de que ocurran nuevamente?
Estos acontecimientos tienen que
enmarcarse dentro de un proceso de disputa política que se vive en la
región entre dos modelos claramente diferenciados y que se han ido
afirmando a lo largo del tiempo. Por un lado, la posibilidad de que se
consolide y profundice un nuevo bloque social y político que expresa
formas de integración regional alternativas al neoliberalismo . Por otro
lado, en la vereda de enfrente, están los que fueron los principales
estandartes del modelo neoliberal, y que buscan conservar bases
específicas de poder en todos los niveles: económico, político y social.
Si uno observa lo que ocurre en América Latina, estos dos modelos se
disputan la conducción política de los procesos nacionales. En este
contexto, el bloque nacional, popular y progresista articula a los
trabajadores, a los sectores medios y a los empresarios vinculados con
el mercado interno. Se trata de un espacio que tiene una fuerte
vinculación con el Estado como regulador de lo económico, hace hincapié
en la intervención en lo productivo y tiene una clara posición de
autonomía frente a los grandes poderes económicos en lo que se refiere
al proceso integración. Por su parte, el otro bloque social al que hago
referencia, está vinculado con los poderes económicos concentrados
asociados al capital internacional y a los sectores empresarios y de
clase media que funcionan como subordinados en este esquema
político-económico.
Entonces, lo que se ha dado en los
últimos tiempos tiene que ver con distintas formas de la disputa
política entre estos dos bloques. Algunas disputas se han dirimido en
términos electorales e institucionales y otras han derivado en estas
nuevas modalidades de desestabilización, en las cuales los sectores que
añoran el regreso del modelo neoliberal intentan operar para obstruir la
consolidación del bloque social-popular.
¿Qué papel juega Estados Unidos en este contexto?
Estados Unidos como tal es un entramado
de intereses que incluso muchas veces son contradictorios. El
Departamento de Estado de EE.UU. y distintos sectores del poder
económico han delineado una política de integración que tiene que ver
con una línea que históricamente se conoció como el Panamericanismo,
elaborada en el marco de la Doctrina Monroe; es decir, una América para
los americanos -o popularmente también conocida con la idea del “patio
trasero”. Según esta estrategia, América Latina es una especie de gran
mercado dentro del cual se puede expandir la producción de las empresas
norteamericanas. La última expresión de esta política fue el Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA) y su rechazo, en 2005, en la
Cumbre de las Américas (realizada en la ciudad de Mar del Plata), por
parte de los gobiernos de América del Sur; un hecho que significó un
fuerte espaldarazo para los procesos que ven la integración desde otra
perspectiva. Una mirada que entiende la integración como un mecanismo
que permite tener mayores grados de autonomía, en contra de la
subordinación a los intereses económicos de EE.UU. Esto expresan el
MERCOSUR, la UNASUR o la recientemente creada CELAC: una visión de la
integración que no tiene que ver con aquel Panamericanismo sino con una
idea, más bien, latinoamericana, que incluya lo político, lo social, lo
económico y lo cultural. Por supuesto este proceso también tiene sus
tensiones pero es una integración que, sin dudas, busca una mayor
autonomía. Entonces, lo que se pone en evidencia (muchas veces se supone
y en otras ha sido probada) con este tipo de movidas
desestabilizantes es (en lo concreto) la articulación con los intereses
que persiguen aquella integración más vinculada con los intereses de
EE.UU .
Esta innovación en los modos de
las desestabilizaciones ¿tiene que ver con que se trata de presidentes
que han llegado con un masivo apoyo popular?
Si miramos el fenómeno desde su reverso,
el hecho que los golpes se intenten dar bajo formas “institucionales” y
no se recurra a las Fuerzas Armadas, es una particularidad que habla
del avance en la consolidación de la democracia en la región. Pero lo
que está en juego es la ampliación de lo que entendemos por “democracia”
-que no solo sea representativa sino también participativa, popular y
con un fuerte componente compensatorio. Éste es el campo de la disputa y
no el de la forma clásica vía la intervención militar. Pero aun cuando
se pretenda actuar bajo el mismo campo de la democracia, hay que
destacar que lo que intentan hacer estas desestabilizaciones es que la
democracia se restringa a su noción más liberal, a la idea de democracia
atada a la cuestión representativa, al equilibrio de poderes, a la
institucionalidad, y no a que la democracia sea un campo de disputa en
donde se habiliten cambios a partir de que hayan mayores sectores
participando. En este sentido, estos acontecimientos que buscan la
desestabilización, también tienen que ver con poner un freno a la
ampliación y la profundización de la democracia. Recordemos que las
democracias en América Latina nacieron condicionadas por las salidas de
las dictaduras y aún persisten fuertes intereses económicos, sociales,
mediáticos, que impiden que la democracia se extienda a esos ámbitos.
Por eso se habla de la “democratización” de los medios, de la economía;
la democracia también tiene que permear en aquellos lugares que fueron
copados por las corporaciones.
Recientemente el Presidente de
Uruguay, José Mujica, manifestó que el MERCOSUR y la UNASUR deberían
unificarse. ¿Qué opina de esta idea, cree que es viable?
Una de las fortalezas que ha tenido la
profundización de la integración regional tiene que ver con que puedan
coexistir distintos procesos políticos con orígenes, características e
incluso proyectos que no parten de una idea monolítica. Este proceso no
se ha dado a partir de una “Internacional” que dictaminara su sentido,
sino de acuerdo a las realidades específicas y a las historias de cada
país. Y es interesante que cada una de esas historias puedan coexistir.
En esta línea, lo mismo sucede con los procesos de integración regional:
no hay un solo caso que resuelva todo. En nuestro caso, la Argentina
participa del MERCOSUR, que es un tratado que ha avanzado mucho en los
últimos años y ha dejado de ser una construcción solo atada a lo
económico para incorporar la cuestión social y otras esferas. También es
miembro de la UNASUR, que es un marco de articulación política con el
conjunto de los países de la región y, además, la Argentina participa de
la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Por su
parte, otros países participan de otros procesos, como la Comunidad
Andina de Naciones (CAN) y está bien que así sea; que haya una
diversidad. Entonces, pensar cómo fortalecer los procesos de integración
tiene que ver con que la estrategia hacia esos procesos sea la misma. Y
no que se subsuman unos a los otros porque de esa manera estaríamos
perdiendo la fuerza y riqueza que le da esta diversidad de procesos que
suceden en toda América Latina. En este contexto, considero que lo que
hay que hacer con el MERCOSUR para resolver sus problemas es
fortalecerlo y vencer los obstáculos. A modo de ilustración, la
incorporación de Venezuela -un elemento importante, dinamizador del
bloque- estaba pendiente y bloqueada por sectores reaccionarios de
Paraguay. Por esto también es doloroso lo que ocurrió en Paraguay: el
golpe institucional destituyó al gobierno popular de Fernando Lugo y,
además, obstaculizó el proceso de integración regional del MERCOSUR.
Incluso, este hecho activó una serie de tensiones al interior de los
países, como por ejemplo lo sucedido en Uruguay frente a la posición del
gobierno sobre el ingreso de Venezuela al bloque.
Este proceso se diferencia del de la Unión Europea, que se da como único bloque regional…
Pero la Unión Europea es una sola porque
terminó siendo un instrumento al servicio del poder económico alemán y
francés. Eso es lo que se puede observar en la actualidad. En lo que
tiene que ver con la propia crisis institucional de la Unión Europea
-que está relacionada con la crisis económica y la orientación
neoliberal-, el modo en que tratan a Grecia o ajustan a España no solo
tiene que ver con una concepción sobre qué es lo bueno en términos
económicos, sino también sobre cuál es el rol que tienen que tener sobre
un proceso de integración: el de ser una polea de trasmisión del ajuste
en función de los intereses que tienen las grandes empresas alemanas.
Por eso ajustan así. Esto es lo contrario de lo que sucede en los
procesos de integración de América Latina.
¿Esto quiere decir que es más
democrática la forma elegida por los procesos de integración de América
Latina frente a la vía europea?
No lo expresaría en
términos de si es más o menos democrático sino que destacaría que hay
distintos objetivos respecto a la integración regional y a su relación
con un proceso político diferente. Es importante entender que la
integración regional no es una idea que surge en el vacío ni un proceso
institucional que está totalmente desvinculado de los procesos políticos
de cada país. En el caso de América Latina, el tipo integración está
vinculado con el tipo de proceso político que viven los países que la
forman parte. En el caso de Europa, nos encontramos que mayoritariamente
los países están gobernados por la derecha y, en ese contexto, el
proceso de integración regional traduce de algún modo esa orientación.
En nuestro caso, se da un contexto en el que muchos países
latinoamericanos han comenzado a construir alternativas al
neoliberalismo y es así que los procesos de integración intentan
traducir esta orientación política. Pero, por supuesto, esto se da
también dándole lugar a la diversidad. Si uno observa Chile o Colombia,
son gobiernos no progresistas pero que sin embargo se mantienen dentro
del juego de la UNASUR. Y esto le conviene a los intereses del campo
popular, ya que hasta tanto los chilenos resuelvan como consiguen un
gobierno progresista -más cercano a lo que uno desearía para Chile-, que
Piñera se mantenga dentro del esquema de la UNASUR es bueno porque
fortalece la idea de integración tal como la entendemos nosotros. Por
eso se trata de una situación compleja en la que hay que darle lugar a
la diversidad, pero que ésta pueda ser conducida hacia un horizonte
claro.
fuente: Iniciativa
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