Últimamente desde los espacios más
heterogéneos se intenta comparar al actual gobierno nacional con una
“dictadura”, desde un enojado líder sindical hasta una señora de Barrio Norte,
recurren al uso indiscriminado de la palabra para caracterizar un gobierno, que
reúne la legalidad y la legitimidad de una elección desarrollada hace ocho
meses atrás.
Otras voces, desde un espacio, de intencionalidad socialista y
progresista, llaman a la actual mandataria a la conformación de un gobierno de
unidad nacional, mecanismo mas sutil, para decir, que hay una perdida de
legitimidad por parte del gobierno, lo cual se demuestra en el “conflicto
social” que esta rondando por la sociedad nacional, aunque no dicen, que gran
parte de esa imagen se construye desde los sets de un canal obligado a
desinvertir antes de diciembre.
En todos los casos, quienes hacen uso de la palabra lo hacen desde una
arquitectura del lenguaje prestada, armada y puesta a disposición desde
múltiples espacios comunicacionales, que irónicamente, son confortantes de un
solo creador discursivo.
El uso de las columnas de los diarios hegemónicos del devenir
“autoritario”, o las voces que emitían un conjunto de enunciados comparativos
sobre regimenes “fascistas”, “autoritarios de izquierda de la Europa del Este”, en una
búsqueda de una matriz inexistente en el complejo entramado político
kirchnerista.
Medios y columnistas que a través de los espacios mediáticos intentaron
realizar una estructuración de un conjunto de relatos sobre lo social,
construyendo un entramado de mundos simbólicos e imaginarios, que narraba sobre
un espacio ficcional de lo real.
De esta manera, a través del uso descontextualizado de determinados
conceptos, los medios hegemónicos intentan fijar un discurso publico a través
de la construcción de la palabra que descalifica jugando con, lo que Casullo
denomino, una instalación subliminal de una memoria en la escena del presente,
ese uso de los términos remiten a situaciones que conforman nuestra memoria
colectiva, pero sin anclajes en la realidad histórica, pero en sus mecanismos
de trasmisión se han intentado configurar como una lectura rectora de la
realidad, primero hacia la comunidad de lectores y oyentes de esos medios,
generando especies argumentativas que pueden ser usadas por ellos en las
intervenciones publicas.
La recuperación del concepto de lo político, como espacio de conflicto,
donde los desiguales disputan proyectos políticos, proyectos sobre horizontes
de expectativas, de subjetividades que se configuran en ese devenir de lo
político.
El neoliberalismo, como explica Casullo, tuvo la capacidad de construir
lo político sin políticos, y reconfigurar una idea de una democracia fundada
sobre el “consenso” entre sujetos sociales desiguales, consenso argumentativo,
de imaginarios de pertenencias a un mundo. Lo conflictivo era sacado del medio
como lo no-democrático… la democracia era un conjunto de juegos de formalidades
vaciadas de contenidos.
Rupturas en el conjunto de significados que sirvieron para interpretar
la realidad, plantearon un posibilidad poner en tensión, la idea de un
republicanismo liberal que no puede incorporar nuevos mecanismos de
intervención política de los sectores subalternos de la realidad,
intervenciones que pretenden búsquedas de ampliaciones democráticas superadoras
de las formalidades de la democracia, pero con una novedad, no como espacios en
conflicto (democracia formal vs democracia sustantiva) sino como mecanismos
complementarios, donde el no funcionamiento de una implica recortar marcos de
acción de la otra.
Dijimos en párrafos anteriores, que las lecturas rectoras intentan
apelar a situaciones que conforman nuestra memoria colectiva, pero sin anclajes
en la realidad histórica, es decir, pretenden que a nuestra memoria la
comparación se remita directamente a la última dictadura cívico-militar, y a
partir de ahí realizar un conjunto de comparaciones con el actual gobierno
nacional, esas lecturas, como parte de un discurso aparecen
des-contextualizadas, es decir, son comparaciones entre espacios abstractos,
sin anclaje en el momento histórico, y lo que es peor, sin anclaje en las
consecuencias que generaron la aparición de la primera en nuestra sociedad.
La ultima dictadura cívico-militar produjo en nuestro país 30.000
desaparecidos, de los cuales los obreros representan el 30,2%, así mismo durante ese periodo las
Centrales Sindicales fueron intervenidas, y se produjo un política salarial
tendiente a la reducción salarial, se realizaron actos de intervención de
censura sobre la prensa, detención y desaparición de periodistas, donde el casi
el 70 % de los desaparecidos tenían entre 16 y 35 años, suspensión de la Constitución
Nacional, de los Partidos Políticos, y de las instituciones
Republicanas, lo que habría que agregarle las consecuencias sociales de la
aplicación de las medidas económicas de apertura económica, aumento de la
pobreza, del desempleo, cierre de fabricas… todo esto dentro de un plan político-económico
y social implementado desde el Estado en convivencia con los principales grupos
económicos dominantes.
Hablar de dictadura, es emitir un discurso teniendo como referencia a
parte de lo narrado en el párrafo anterior, es decir, son por lo menos puntos
mínimos de anclajes para empezar a caracterizar e intentar una comparación con
un gobierno democrático, legitimo y legalmente constituido, donde existe mas la
irrestricta libertad de prensa, solo basta leer las tapas de los principales
diarios, la mayor libertad de movilización, aunque esta posea un carácter
político que intenta erosionar al gobierno nacional… pero señores y señoras…
permita terminar con una frase “esto no es una dictadura, estupidos”… hay que
tener mas cuidado con las palabras que se usan en el discurso publico, y no
confundir deseos propios con la realidad. fuente: Poemas Urbanos
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