Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Es
así que para una mayoría de participantes en política, incluyendo a
sectores de la izquierda en un sentido amplio y sin especificar qué tipo
de izquierda, el estado liberal está absolutamente legitimado y lo que
existe de insatisfacción social o popular es un tema referido a un
modelo económico o a una de las tantas crisis cíclicas del capitalismo.
Otros
comentaristas y ensayistas plantean que se trata de una crisis del
progreso debido al incremento del rol de las comunicaciones y la
tecnología. Otros le asignan importancia a que la gente sabe más y
aspira a más. Inclusive hay quienes ven que el mal que aqueja a la gente
en el mundo es porque ha crecido el nivel de expectativas por el
progreso.
También se
hacen muchas referencias a la democracia, en el sentido de que lo que
está fallando es el sistema democrático por la corrupción en la política
y los bajos niveles de participación de la gente y la preponderancia de
los grupos de poder. En suma, lo que sí se nombra preferencialmente es
el desgaste o fin del mal llamado modelo neoliberal que se ha destacado
las últimas tres décadas, siendo que estrictamente fue un ajuste
estructural indispensable en el ciclo económico desvirtuado por la caída
de las bolsas, el crecimiento económico negativo, la crisis del
petróleo de la década de los años 1970, entre otras catástrofes donde se
encuentra la ralentización de las tasas de ganancia del capital y el
proceso de acumulación capitalista.
Entonces por qué no se habla directamente de crisis del estado liberal. Desde mi punto de vista es relativamente simple.
La
crisis (del estado liberal) que no se nombra es la que le da respaldo a
la posibilidad de replantear abiertamente el proyecto socialista. Es el
tema que está pendiente y que muy pocos quieren nombrar o implementar y
que cuando se lo proponen son amenazados o finalmente destituidos.
Los
casos de Rafael Correa, Hugo Chávez, Evo Morales y ahora Andrés López
Obrador son emblemáticos. A los tres primeros se les ha tratado de
destituir permanentemente y a éste último se le ha derrotado con fraude
electoral. El caso de Fernando Lugo es diferente porque cuando apenas
había un pequeño salto cualitativo hacia algunas reformas sistémicas, -
la propiedad de la tierra por ejemplo- se le aplica la técnica del golpe
de estado “legal”.
En
definitiva, en muchas naciones de la región y especialmente en Chile,
para la mayoría de sus políticos, académicos y comentaristas que se
divulgan profusamente en los medios, la crisis es la de un modelo, no es
del estado liberal.
No es la crisis de la
concepción de estado, de república, o de nación en última instancia. La
mayoría de éstos convienen que se está frente a la crisis de un sistema o
forma de organizar el país para una convivencia mejor y más productiva.
Esa es la creencia que se divulga y todos los que la divulgan con mayor
o menor ímpetu parecieran omitir la crisis de verdad por ausencia de
argumentos de que lo que se vendría después. De qué es lo que
reemplazaría al artefacto de estado o sistema de desarrollo existente.
Es
curioso que un instrumento interesante como el Índice de Desarrollo
Humano manufacturado por la ONU bajo la batuta de insignes académicos no
hayan hecho una síntesis de sus indicadores de más de una década con el
IDH y concluido que el estado liberal atraviesa una profunda crisis y
de que no se trata de una intentar una reforma institucional sino de
cambiar al sistema capitalista por otra forma de articular Economía y
Sociedad. Algo atisban esos informes, aunque se quedan cortos y los
invade la timidez de no querer posicionar el sistema socialista como
alternativa viable y más humana, seguramente por carencia de modelos
visibles en práctica que satisfaga a un amplio arco ideológico. Una
mayoría de expertos que habitan los corredores de “las academias de lo
correcto”, se quedaron pegados en la creencia de que el socialismo no
genera democracia y de que los resultados operacionales de los
socialismos reales vistos han sido anti democráticos.
Pues
bien, ese es precisamente el desafío. Intentar el socialismo
democrático. Los informes del Índice de Desarrollo Humano no se atreven a
plantear ni siquiera la posibilidad de debatir el tema.
El
temor y digámoslo claro, es a colocar en el debate la posibilidad de
formar una sociedad socialista en función de resolver la inmensa pobreza
e injusticia que produce el capitalismo y que invade todos los rincones
del planeta y todos los poros de las personas. La crisis verdadera es
la que no tiene nombre y es la crisis del estado liberal. Y no se nombra
por el pánico que causa en los sectores del gran capital corporativo y
de la social democracia acomodaticia y oportunista de que el socialismo
vuelva a convertirse en una alternativa para abordar el presente caos al
que ha sometido al planeta el actual sistema capitalista. No se trata
de preferencias ideológicas o de filosofía política en abstracto. Se
trata de un problema de convivencia práctica y salud mental ciudadana.
fuente: Argentress
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