por Diego Burd
En su ensayo sobre La
Revolución como
Pasado[1], Casullo recordaba
que uno de los logros de la política del neoliberalismo fue la capacidad de
vaciar de significados a un conjunto de palabras que circulaban en los
lenguajes de izquierda: tales como emancipación social, gobierno de los
pueblos, lucha de clases… toda la arquitectura del lenguaje revolucionario
parecía que caí con el muro de Berlín.
El ensayista argentino describía de manera hermosa como el lenguaje
neoliberal nos colonizaba a través de los medios masivos de comunicación, ellos
configuraron un lenguaje que nos permitía, según Casullo, “estar en el
mundo”, las contradicciones propias de
una sociedad de clases eran ocultadas, se trataba del hacer política sin
políticos.
Casullo dirá, que en este contexto:
“La política del mercado preside como fetiche del perpetuo proyecto de
una armonización de clases. También una búsqueda de “consensos” con actores
desiguales en poderes, y bajo un régimen capitalista incuestionado”.
Las criticas y el conjunto de resistencias políticas y sociales al
modelo neoliberal eran tildadas bajo el estigma de un juego de variables de
palabras que iban desde anti-democráticas hasta totalitarismos.
El
vaciamiento de las arquitecturas de lenguajes libertarios, implico la
construcción de un sentido común que atravesó a las totalidades de las clases
sociales, marco maneras de mirar la realidad de una manera prefabricada, el
lenguaje es darle sentidos al conjunto de relaciones que conforman la realidad,
quien construye sentidos sobre el lenguaje construye sentidos sobre el mirar de
la realidad.
El lenguaje neoliberal fue acompañado por una estética de lo político,
lugares de pronunciación de la palabra, neutralización de espacios
corporativos, no eran silencios y ruidos, eran virtualidades que se
configuraron como la realidad, lenguajes y estéticas que recorrieron desde el
espectro de la derecha a los espacios de centro-izquierda, el espacio publico,
el ágora donde lo político tenia su razón de ser, fue trasladado a un set
televisivo, la política sin políticos se revistió con las ropas de la estética
de un producto a ser vendido, la totalidad de las mediaciones eran puesta en
bajo la óptica de una mercancía a ser ofrecida como sacrificio al dios mercado.
Mientras se construía un imaginario sobre la felicidad neoliberal, se
producía un ocultamiento de las consecuencias de las practicas del
neoliberalismo, invisibilizados por la lógica de exclusión del sistema,
configurando un sistema de visibilidad ocupando y reconfigurando sentidos de
espacios de transito de lo político, la ruta, sobre donde circulaban las
mercancías, se convirtieron en el espacio donde se dirimía lo político.
Pero las arquitecturas del lenguaje y las estéticas neoliberales, a
través de un proceso de descontextualización podían mostrar los efectos del
conjunto de políticas económicas, sin mostrar el conjunto de causalidades que
derivaban y concluían en ese entramado de protesta social. Había desnutridos,
pero no creadores de hambre, había desocupados, no creadores de desocupación…
había consecuencias no creadores de efectos.
Los derroteros de la historia, o las consecuencias de la aplicación de
las medidas neoliberales sobre un tiempo, hicieron que la arquitectura de los
lenguajes que sustentaban ese modelo de “estar en el mundo” entraran en crisis,
lógicas de un lenguaje que nos cruzaba nuestros días, comenzaron a entrar en un
estado de sospecha continuo, “mercado”, “libertades económicas”,
“neutralidades”, jergas que eran utilizadas por el gobierno de los técnicos,
ocultos detrás de la legitimidad de un titulo de economista de universidad
extranjera, lengua que se nos presentaba neutra ante los discursos cruzados por
las ideologías de lo político, rápidamente se configuraron como el rey desnudo
ante sus súbditos, antiguo ejercicio de la falacia de autoridad quedo en
evidencia cuando se produjeron cambios en nuestras regiones.
Los nuevos gobiernos nacionales populares se han ido construyendo sobre
un marco de legitimidades que rompen parte de las arquitecturas de los
lenguajes de las izquierdas que pensaban la institucionalidad republicana
democrática como una trampa de las burguesías, pero sin comprender, que esas
legitimidades permiten convertirse en espacios de prácticas sobre las
posibilidades de modificaciones a futuro que configuren una nueva practica
emancipatoria, el camino elegido es poner en tensión los limites del modelo
republicano liberal, no solo en sus marcos institucionales, sino el de las
practicas de las clases sociales, que desde siempre reclaman “calidad
democrática”.
Las modificaciones en el proceso de redistribución de la riqueza, de
movilidad social ascendente, la vuelta del Estado como soporte de los intereses
de los sectores subalternos de la sociedad, la democratización del vivir se
para muchos de nuestros hermanos mas necesitados, el visibilizarlos después de
décadas de ocultación neoliberal, configuran un nuevo “estar en el mundo”,
marcado por mas dignidad, donde pueden romper el esquema de la temporalidad de
una condena al presente continuo mortífero a la construcción de un horizonte de
expectativas donde proyectar esperanzas, posibilidades de una democracia
social.
En los sectores subalternos, los procesos latinoamericanos de cambio
social, representan una modificación de las subjetividad, se apropian de los
proyectos porque en ellos se ven representados, se sienten participes de la
construcción de un proyecto abierto.
Podemos decir, que los gobiernos nacionales y populares del
sub-continente están construyendo una nueva arquitectura de lenguaje político
emancipatorio, las palabras vaciadas en las décadas neoliberales, que se
vaciaron de contenido, son configuradas con nuevos sentidos, entramados de voces
buscando constituir un espacio de disidencia sobre los consensos entre
desiguales, nuevamente la palabra emancipación social vuelve a dar vuelta en el
aire, el concepto de democracia vuelve a ser pensado mas allá de las lógicas de
las formalidades, conceptos en busca de sustantivos que le den una cadena de
significados para conformar una nueva manera de ver el mundo.
Reconstrucción del ágora publica, donde las palabras se ponen en
tensión, en debate, una arquitectura del lenguaje que acompaña las bases del
edificio económico-social sobre lo que se asientan las palabras y sus
significados, esas trincheras de ideas que renacen y dan sentido a “nuestro
estar en el mundo”.
[1] CASULLO, Nicolás, Las cuestiones, FCE, Buenos Aires, 2008
fuente: Poemas Urbanos
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