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lo que defiendo, lo que muchos defendemos, no es un nacionalismo pelotudo... sino un par de ideas, resignificadas hoy, libertad e igualdad... ideas profundamente mestizas aquí en Abya Yala, y aunque respeto toda otra posición cultural-política, creo, sinceramente, que es desde esta Gran Tierra, unidos, en comunidad, aceptando profundamente nuestra realidad mestiza -el uno- es que el Abya Yala florecerá... y que todos los enormes esfuerzos de Occidente por destruirnos, por separarnos, por vulnerarnos y conquistarnos, demostrarán inversamente la magnificencia de nuestra sonrisa, de nuestro futuro... por los Padres Libertadores del Pasado, Por los Hermanos Libertadores de Hoy, por Nosotros y los que Vienen... SUMAQ KAWSAY!... y eso tal vez parezca anárquico...pero tal vez esta anarquía sea un nuevo orden... opuesto al actual, sin dejar de reconocer lo alcanzado... por todos...

jueves, 28 de junio de 2012

el renegau...

Escribió Mendieta:

Lo que aprendí.
Con años de militancia. Muchos años.
Con haber pasado por más de un partido, que es, como decía un viejo, nada más ni nada menos que una herramienta. Varios partidos.
Perdiendo, perdiendo, perdiendo, ganando, perdiendo, ganando. Muchas veces.
Cambiando. Una vez, dos, miles. Porque el que no cambia pierde, gana o empata, pero se estanca. Y porque hay veces que hay que cambiar para seguir siendo el mismo.
Lo que aprendí aprendiendo:
Que sigo sin saber qué es el peronismo. Pero tampoco sé cómo y por qué aprendí a caminar. Y camino.
Que soy peronista.
Que los peronistas somos bravos. Y entonces no tememos a la traición si el fin de la traición lo amerita. Y por eso festejamos el Día de la Lealtad.
Que los peronistas somos cambiantes. Esto es: no somos lineales, ni dogmáticos, ni compramos recetas envasadas sin fecha de vencimiento. Darwinianos, de un modo raro, nos adaptamos. Mutamos. Sobrevivimos. Y por eso Perón intentó, con las 20 verdades, vanamente, ordenarnos.
Que los peronistas somos demasiado humanos. Y entonces no tememos ese costado que aterroriza a los que no dudan: las contradicciones, las idas y vueltas, el reflujo.
Que los peronistas, de un modo extraño, no somos hipócritas. Y entonces hoy nos juntamos, mañana nos peleamos, pasado mañana nos volvemos a juntar. Y entonces somos tolerantes y comprensivos con los que hoy, por ejemplo, se juntan en una plaza con los que ayer y antes de ayer los acusaban de las peores cosas a esos que ayer estaban con nosotros.  Sí, te la pongo fácil camarada: nos parece bien que te juntes hoy con Moyano en la Plaza. Te estás peronizando, camarada, y nos parece bien. Y te lo recordaremos cuando mañana nos juntemos con alguno que hoy va a la Plaza y nos acuses de cambiantes. Te lo vamos a recordar. Así como elegiremos olvidar que hoy algunos compañeros fueron a la plaza con vos, camarada.
Que los peronistas, de un modo extraño, somos muy tolerantes entre nosotros. Por eso antes gustábamos mucho de cagarnos a trompadas. Pero aprendimos.
Que los peronistas creemos mucho en la conducción, que no es lo mismo que las personas que conducen. La conducción es una cualidad permanente, los conductores deben revalidarse a diario. Entonces, como somos tolerantes, hoy no pedimos explicaciones, mañana tampoco, pasado sí.
Que entre los peronistas hay de todo. Mártires, asesinos, ángeles, santos y demonios. Hijos de mil putas. Cobardes. Valientes. Negros. Rubios. Pobres. Ricos. Pero que el peronismo es un colectivo que está, que debe estar, por encima de nuestras pobres individualidades. Por eso lo único que legitima un accionar peronista es la búsqueda del bienestar del pueblo –ese perpetua incerteza-, y todo lo que se haga contra él no es peronista aunque lo haga un peronista.
Que los peronistas somos incomprensibles, aprendí.
Nada más. Qué cagada.

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