Lo que aprendí.
Con años de militancia. Muchos años.
Con haber pasado por más de un partido,
que es, como decía un viejo, nada más ni nada menos que una herramienta.
Varios partidos.
Perdiendo, perdiendo, perdiendo, ganando, perdiendo, ganando. Muchas veces.
Cambiando. Una vez, dos, miles. Porque
el que no cambia pierde, gana o empata, pero se estanca. Y porque hay
veces que hay que cambiar para seguir siendo el mismo.
Lo que aprendí aprendiendo:
Que sigo sin saber qué es el peronismo. Pero tampoco sé cómo y por qué aprendí a caminar. Y camino.
Que soy peronista.
Que los peronistas somos bravos. Y
entonces no tememos a la traición si el fin de la traición lo amerita. Y
por eso festejamos el Día de la Lealtad.
Que los peronistas somos cambiantes.
Esto es: no somos lineales, ni dogmáticos, ni compramos recetas
envasadas sin fecha de vencimiento. Darwinianos, de un modo raro, nos
adaptamos. Mutamos. Sobrevivimos. Y por eso Perón intentó, con las 20
verdades, vanamente, ordenarnos.
Que los peronistas somos demasiado
humanos. Y entonces no tememos ese costado que aterroriza a los que no
dudan: las contradicciones, las idas y vueltas, el reflujo.
Que los peronistas, de un modo extraño,
no somos hipócritas. Y entonces hoy nos juntamos, mañana nos peleamos,
pasado mañana nos volvemos a juntar. Y entonces somos tolerantes y
comprensivos con los que hoy, por ejemplo, se juntan en una plaza con
los que ayer y antes de ayer los acusaban de las peores cosas a esos que
ayer estaban con nosotros. Sí, te la pongo fácil camarada: nos parece
bien que te juntes hoy con Moyano en la Plaza. Te estás peronizando,
camarada, y nos parece bien. Y te lo recordaremos cuando mañana nos
juntemos con alguno que hoy va a la Plaza y nos acuses de cambiantes. Te
lo vamos a recordar. Así como elegiremos olvidar que hoy algunos
compañeros fueron a la plaza con vos, camarada.
Que los peronistas, de un modo extraño,
somos muy tolerantes entre nosotros. Por eso antes gustábamos mucho de
cagarnos a trompadas. Pero aprendimos.
Que los peronistas creemos mucho en la
conducción, que no es lo mismo que las personas que conducen. La
conducción es una cualidad permanente, los conductores deben revalidarse
a diario. Entonces, como somos tolerantes, hoy no pedimos
explicaciones, mañana tampoco, pasado sí.
Que entre los peronistas hay de todo.
Mártires, asesinos, ángeles, santos y demonios. Hijos de mil putas.
Cobardes. Valientes. Negros. Rubios. Pobres. Ricos. Pero que el
peronismo es un colectivo que está, que debe estar, por encima de
nuestras pobres individualidades. Por eso lo único que legitima un
accionar peronista es la búsqueda del bienestar del pueblo –ese perpetua
incerteza-, y todo lo que se haga contra él no es peronista aunque lo
haga un peronista.
Que los peronistas somos incomprensibles, aprendí.
Nada más. Qué cagada.
fuente: Arte Política
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