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lo que defiendo, lo que muchos defendemos, no es un nacionalismo pelotudo... sino un par de ideas, resignificadas hoy, libertad e igualdad... ideas profundamente mestizas aquí en Abya Yala, y aunque respeto toda otra posición cultural-política, creo, sinceramente, que es desde esta Gran Tierra, unidos, en comunidad, aceptando profundamente nuestra realidad mestiza -el uno- es que el Abya Yala florecerá... y que todos los enormes esfuerzos de Occidente por destruirnos, por separarnos, por vulnerarnos y conquistarnos, demostrarán inversamente la magnificencia de nuestra sonrisa, de nuestro futuro... por los Padres Libertadores del Pasado, Por los Hermanos Libertadores de Hoy, por Nosotros y los que Vienen... SUMAQ KAWSAY!... y eso tal vez parezca anárquico...pero tal vez esta anarquía sea un nuevo orden... opuesto al actual, sin dejar de reconocer lo alcanzado... por todos...

sábado, 9 de marzo de 2013

Con retraso, para el Día de la Mujer Olvidada


OlvidadasMujeresFortineras
Dije algunas veces en el blog que las efemérides, ese invento del periodismo para llenar páginas, me aburren un poco. Y como se olvida en los medios que la fecha de ayer empezó como el Día de la Mujer Trabajadora, decidí que la mejor forma de emplear el tiempo libre que tenía era invitar a mi mujer al cine y a comer.
Pero mi amigo Alejandro Pandra – que, se ve, aprecia tan poco la corrección política como yo – me hizo llegar por la fecha en su Agenda de Reflexión esta breve crónica de las olvidadas mujeres fortineras. Tuve ganas de mojarle la oreja a otra faz de la corrección política progre, casi tan sagrada como el feminismo, el indigenismo.
Reconozco que admiro a esos bravos guerreros que cuando llegó el caballo se convirtieron en un magnífico pueblo de jinetes, y tuvieron a raya al cristiano por 300 años. Pero los milicos que les pelearon y sus mujeres también eran bravos, y hay una razón egoísta que me inclina a bancarlos: gracias a ellos y ellas, mi país no termina al Sur en el Río Negro, o quizás en el Salado. Además, no se que habría ahora del otro lado de esa frontera, pero seguro no sería una nación mapuche.
Entonces, les acerco las fortineras.
“Cuatro mil mujeres en la Conquista del Desierto. Recordemos a ellas y muchísimas mas que compartieron la dura vida de los fortines, padecieron hambre y frío dando a luz en los descampados, avanzando con los hijos en andas o colgados de su espalda. Restituyamos en la memoria a todas las mujeres que innombradas y silenciosamente forman parte de nuestras identidades”. Vera Pichel  *
“Sin ellas,  la existencia hubiera sido imposible”. Comandante Prado *
“Unas casadas por la iglesia, y otras detrás de la puerta. Sus viviendas, un rancho con un cuero de puerta; por todo racionamiento recibían una libra y media de carne y alguna onza de arroz, lo que unido a la parte del marido, cuando estaba presente en el campamento, les permitía mantenerse durante el día, ayudándose con un mate amargo… El agua y la leña las traían desde lejos, y siempre con sus hijitos a cuestas. Durante el año lavaban la ropa de la tropa a cambio de una parte de la quincena, que consistía en yerba, jabón, tabaco muy malo y dos pliegos de papel de fumar, raciones que, con la desaparición del indio, quedaron definitivamente suprimidas”. Eduardo Ramayón
Ante una nueva conmemoración del Día de la Mujer bueno es recuperar para la memoria a aquellas mujeres que poblaron la vida de los fortines para quienes no hay memoria.
Solo algunas pocas fueron rescatadas del olvido, Carmen Funes “La Pasto Verde” en la poesía de Marcelo Berbel (”zamba del coraje hecho mujer”), pero en su mayoría permanecen desconocidas. Son centenares de compatriotas que nutrieron la historia argentina en tiempos de la conquista efectiva del territorio.
Estas mujeres con destino inesperado tomaron parte de aquel ejército al que el gaucho fue enganchado de prepo. A ellas, les cupo un rol tan importante que contrasta con semejante olvido: podían ser mujeres de tropa o convertirse en humilladas víctimas del malón. Marcharon desde los límites de Córdoba, Santa Fe o Buenos Aires. A veces acompañando a sus hombres, cargando hijos y unas pocas ollas; otras caminando solas, leguas y leguas en la inmensa pampa.
Compartían la vida de los fortines donde se padecía hambre y frío; no pocas dieron a luz en la vasta soledad y muchas formaron parte del cuerpo militar. Algunas tenían sueldo del Estado, que muy tarde o nunca percibían. Pelearon a la par de los milicos, hicieron de curanderas sólo con yuyos y tisanas, cuidaban los enfermos, lavaban la ropa, cocinaban, cazaban avestruces para comer y además combatían jugándose la vida a cada instante. Los únicos momentos de alegría era en ocasión de los bailes; alguna vez se batieron a duelo por su amor disputado. Se las llamó despectivamente chinas, milicas, cuarteleras o chusma. Algunas eran esposas, otras novias, muchas madres y hasta prostitutas. Dice Vera Pichel que “en mas de una oportunidad fueron agredidas con epítetos francamente degradantes”.
Se trata de aquellas valientes mujeres argentinas que, escribiendo páginas de la historia nacional, no figuran en los partes de batallas en que participaron. Con ellas la historiografía está en deuda, probablemente le ha restado valoración a este proceso al que se lo condenó como “barbarie despreciable”. Bien lo señaló Osvaldo Guglielmino: “la generalizada ignorancia argentina sobre la materia procede de la exagerada centralización europeizante”.
Algunas vivieron 10, 20 y hasta 40 años en los fortines, como Mamá Carmen, una negra que llegó a Sargento, de mayor bravía que muchos oficiales hombres. Se recuerda que ante la inminencia de un malón dijo: “muchachas: no permitan que los indios quiten la caballada, faldas abajo y a ponerse el uniforme”; Domiciana Correa, de Bahía Blanca, que llegó al Fortín junto a su esposo el Sgto. Contreras,  tuvo 19 hijos, vivió 103 años y aún siendo octogenaria crió otros 10 niños; Mamá Culepina, una araucana afincada en el regimiento; Isabel Medina designada Capitán por valor en combate; Viviana Calderón, nieta del Cacique Manuel Grande, que vivió por muchos años en Azul.
Cuando todo terminó muchas mujeres se quedaron para siempre en la vieja frontera. Si tuvieron suerte, el gobierno les entregó alguna parcela que no siempre pudieron sostenerla. Con la desaparición del indio ya no hubo pagas ni racionamiento para ellas. Fueron fundadoras de pueblos nacidos alrededor de los Fortines, como La Pasto Verde, mujer de excepcional belleza, que además de haber participado en la Guerra del Paraguay estuvo en la fundación de Carhué, Puán y Trenque Lauquen.
Carlos Alberto Del Campo
*  Vera Pichel. “Cuatro mil mujeres en la Campaña del Desierto” (Planeta, 1994)
* Comandante Manuel Prado. “La Guerra al Malón” (Xanadu, 1976)
fuente: El blogg de Abel

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