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lo que defiendo, lo que muchos defendemos, no es un nacionalismo pelotudo... sino un par de ideas, resignificadas hoy, libertad e igualdad... ideas profundamente mestizas aquí en Abya Yala, y aunque respeto toda otra posición cultural-política, creo, sinceramente, que es desde esta Gran Tierra, unidos, en comunidad, aceptando profundamente nuestra realidad mestiza -el uno- es que el Abya Yala florecerá... y que todos los enormes esfuerzos de Occidente por destruirnos, por separarnos, por vulnerarnos y conquistarnos, demostrarán inversamente la magnificencia de nuestra sonrisa, de nuestro futuro... por los Padres Libertadores del Pasado, Por los Hermanos Libertadores de Hoy, por Nosotros y los que Vienen... SUMAQ KAWSAY!... y eso tal vez parezca anárquico...pero tal vez esta anarquía sea un nuevo orden... opuesto al actual, sin dejar de reconocer lo alcanzado... por todos...

viernes, 22 de febrero de 2013

LAS MUJERES EN LA GESTA EMANCIPATORIA

por Javier Garin
viernes 22 de febrero de 2013
Conferencia preparada para el panel del 19 de febrero de 2013 en Salta durante los festejos por el Bicentenario de la Batalla de Salta, por invitación del Gobierno de esa Provincia.


Buenos dias a todas y a todos:
                Vengo a esta actividad por el Bicentenario de la Batalla de Salta en representanción del Centro de Estudios Históricos Felipe Varela, que dirige nuestro compañero y maestro Norberto Galasso, uno de los más importantes historiadores actuales. Dada la temática, habríamos preferido que viniese una compañera, pero no fue posible.

LA INVISIBILIZACION DE LA MUJER EN LA HISTORIOGRAFÍA TRADICIONAL Y LA OPRESION DE GÉNERO

            Esta jornada me conmueve por varios motivos. En primer lugar, como belgraniano, por el evento que se recuerda: una de las dos más grandes batallas de la emancipación en territorio rioplatense, la más grande victoria patria por sus resultados y sin duda una de las mayores glorias obtenidas por Manuel Belgrano y el pueblo en la lucha contra los colonialistas.
            En segundo lugar por la acertada eleccion del tema, ya que el papel de las mujeres en la emancipación reviste suma importancia y actualidad.
            En un pais que aun padece situaciones de opresión y violencia de género cotidianas, y en donde el femicidio está a la orden del día, reivindicar el rol histórico de las mujeres es contribuir a modificar esta cultura aberrante del machismo. Pero además, en tiempos de profunda revisión histórica, resulta indispensable hacer hincapie en aquellos actores y sectores sociales invisibilizados en la historia tradicional u oficial.
             Así como se invisibilizó durante décadas a indios y negros, asi tambien el rol de la mujer fue claramente distorsionado y minimizado. Se presentaba una historia netamente masculina, y lo que es peor, militar, con héroes y salvadores militares, como si el triunfo de la revolución no fuera obra colectiva sino de algun héroe providencial. En esa historia, las mujeres no tenían ningun papel, eran figuras decorativas.
              Llegó pues, la hora de presentar otro panorama, en el cual se reconozca que las mujeres no sólo participaron activamente, sino que, incluso rompiendo los límites que les imponía la sociedad patriarcal, fueron protagonistas fundamentales en el proceso de la Independencia.

LA OPRESION FEMENINA EN LA COLONIA Y SU AFLOJAMIENTO POR NECESIDADES REVOLUCIONARIAS

             Cuando se evoca a la mujer en el virreinato y la Revolución nos viene siempre a la memoria Mariquita Sánchez de Thompson, mujer porteña, acaudalada, ilustrada y muy independiente. Pero debemos decir que fue un caso excepcional. La inmensa masa de las mujeres no tenía el menor acceso a la educación más elemental. E incluso entre las mujeres de las clases pudientes, eran pocas las que aprendían las primeras letras. Muchos padres se resistían a que supieran leer y escribir por miedo a que se cartearan con hombres, debido a la obsesión española por el "honor", que consistía básicamente en custodiar la virginidad de las hijas. El matrimonio por conveniencia era normal, y no se respetaba la voluntad de la mujer, que a veces se enteraba de sus inminentes nupcias con escasos días de antelación. La legislacion civil  obligaba a las jóvenes a requerir el permiso paterno para casarse hasta los 25 años. La propia Mariquita fue un ejemplo de rebeldía contra ese estado de cosas, al negarse a respetar la voluntad paterna.
             La opresión femenina tenía una doble fuente. En el caso de las mujeres de las razas sometidas, regía la esclavitud o la servidumbre. En el caso de las mujeres teóricamente libres, de sangre limpia, como se decía entonces, estaban sujetas a la autoridad del padre o del marido, y sólo excepcionalmente, en caso de viudez, podían alcanzar cierta independencia, aunque restringida.
             De manera que el importante papel de las mujeres en el proceso emancipatorio no fue consecuencia de un estado de libertad, sino de una necesidad histórica. La Revolución y la guerra revolucionaria aflojaron los lazos del rígido orden patriarcal, y las mujeres adquirieron de pronto libertad en los hechos, como consecuencia de la necesidad de contar tambien con ellas en la guerra revolucionaria, ya sea para labores subversivas como el espionaje, ya sea como logística de las expediciones militares, ya sea como sucedáneo de los hombres empleados en la guerra para tareas económicas y de administración de negocios y hogares que quedaban abandonadas.
              Pero no vayamos a creer que la igualdad de género figurara ni lejanamente entre los objetivos revolucionarios. La Revolución se hizo tambien con las mujeres, pero lamentablemente no se hizo para ellas. Y una vez que pasó la necesidad revolucionaria, el patriarcado regresó con sus cadenas. Cuando se escribió la historia oficial, en la segunda mitad del siglo XIX, al mismo tiempo que Vélez Sárfield perpetuaba el patriarcado en el Código Civil, se volvió a colocar a las mujeres bajo el yugo en el imaginario histórico: de allí su invisibilización.

LA MUJER EN LAS CULTURAS ORIGINARIAS.

               Es cierto, como decía hace un momento la representante del Instituto Güemesiano, que en muchos pueblos originarios existían fuertes vestigios de matriarcado.
               Tanto la expedición de Orellana como Ulrico Schmidt dieron cuenta de la existencia de "amazonas", mujeres guerreras que conducían a sus pueblos.
                Por otra parte, Lewis Morgan realizó estudios clásicos de las tribus norteamericanas que revelaron la persistencia de un sistema de parentesco matrilineal.
                Es decir que, si bien el patriarcado ya estaba consolidado en muchos pueblos originarios, la presencia de elementos matriarcales hacía que la situación de las mujeres originarias fuese, en muchos de esos pueblos, menos severa que en la civilización europea.
                La civilización predominante en América del Sur, la incaica, conservaba muchas pervivencias matriarcales, como lo revela su cosmogonía, el rol del Sol y la Luna, el culto a la Madre Tierra y el relato legendario de la fundación del Tawantisuyo, llevada a cabo, no por un solitario héroe masculino, sino por una pareja. En la vida cotidiana, la mujer ocupaba un importante papel económico y social.

EL MESTIZAJE COMO FRUTO DE UNA VIOLACION SISTEMÁTICA

                Durante muchas décadas, una educación tendiente a justificar la Colonia nos enseñó que América Latina era el continente del mestizaje. Es cierto. Pero no caigamos en una visión idílica e ingenua, pues el mestizaje hispanoamericano no nació de la amorosa unión de dos razas, sino que fue inicialmente el fruto de la VIOLACION SISTEMÁTICA DE LAS MUJERES NATIVAS POR LOS CONQUISTADORES.
                Con la llegada de los españoles, las mujeres originarias no sólo conocen el sometimiento de sus pueblos, la reducción a servidumbre y los asesinatos salvajes, sino que son objeto de prostitución forzada.
                 Los relatos que los propios cronistas españoles son contundentes hasta en su ingenuidad. Cuentan sin embozo el modo en que se repartían a las indias y las violaban, como si se tratara de algo normal y lícito. Y para ellos lo era.
                  Dicen los cronistas, por ejemplo, que en el Paraguay, hasta el más bajo soldado tenía su veintena de mujeres. Lo normal eran cincuenta o sesenta. Se las cambiaban y entregaban en pago, como si fueran moneda. Castraban a los indios para que no pudiesen quitarles la exclusividad de las indias. Los reyes intentaron vanamente frenar el mestizaje, no porque les escandalizaran las violaciones, sino porque querían preservar la "pureza de sangre". Con el tiempo esta brutalidad disminuyó, pero la violación de las niñas por patrones y encomenderos se mantuvo como una reminicencia del medieval "derecho de pernada".

LA MUJER DE SANGRE EUROPEA TAMBIEN PADECIA UN SISTEMA DE OPRESION. EL TRAVESTISMO FEMENINO

               Españolas y criollas, aunque no sufrían un regimen tan brutal, no por eso dejaban de ser esclavas del patriarcado heredado de la "civilización" europea. Para ellas no había más destino que el convento o el matrimonio, en el caso de las llamadas "buenas familias". Las mujeres de humilde condición debían cumplir mil menesteres, cuando no prostituirse. La ignorancia era la regla para casi todas, fuesen de la clase que fuesen.
                Un dato revelador de esta cárcel del patriarcado lo proporciona la abundancia de casos de travestismo femenino. En los campos de batalla de toda la cristiandad europea era frecuente encontrar cuerpos de mujeres disfrazadas de hombres entre los soldados caidos. En América se dio un caso de espectacular trascendencia: Catalina de Erauso, quien escapó de un convento vizcaíno, deambuló por América vestida de hombre, participó en las guerras de Chile y hasta revistó el grado de alferez, llegando a ser recibida como héroe por el Rey y el Papa. No había forma de escapar al destino de hierro de la mujer si no era vistiéndose de hombre.

 LOS HOMBRES DE LA REVOLUCION Y SU FALTA DE INTERÉS POR LA EMANCIPACION DE LA MUJER. EL CASO EXCEPCIONAL DE MANUEL BELGRANO

                Que la Revolución no se ocupó de emancipar a la mujer, lo revela la actitud de la generalidad de los próceres revolucionarios de total indiferencia.
               San Martin no sólo contrajo un matrimonio por conveniencia con una adolescente sino que, años después, la despachó de Mendoza a Buenos Aires sin el menor miramiento por su delicado estado de salud, y sin tomar más recaudo que hacerla acompañar por un ataúd, por si moría en el camino...
               Castelli, el hombre más avanzado de Mayo, el libertador de los pueblos indígenas en Tiwanacu, no fue capaz de aceptar que su hija preferida, Ángela, contrajera matrimonio por amor con un hombre del grupo de su archienemigo Saavedra, dando lugar a uno de los más famosos "juicios de disidencia" posteriores a 1810.
               Monteagudo, a quien se suele citar como ejemplo de promotor de la participación femenina, estaba muy lejos de sostner su liberación. Sus artículos "a las americanas" no son más que exhortaciones a que contribuyeran a la causa revolucionaria desde sus lugares tradicionales. Aunque él exaltaba "el santo dogma de la igualdad"  no escribió jamás una línea dedicada a proporcionar derechos a las mujeres.
              La soltiaria excepción fue Manuel Belgrano. Con su habitual sensibilidad, inteligencia y grandeza, Belgrano fue el único intelectual de todo el continente que en forma reiterada se manifestó a favor de la educación femenina, y denunció el estado de postración en que se encontraban las mujeres en párrafos más que elocuentes.

LA REVOLUCION LLEGA A LOS HOGARES

              Con la conmoción revolucionaria el orden patriarcal crujió y se sacudió. Cuentan los memorialistas que el disenso cundió en el seno de las familias. Era una época de gran "crispación", como dirían los reaccionarios del presente: los hijos se enfrentaban a los padres, las esposas a los maridos, vecinos entre sí.  Empeñados en un guerra difícil que absorbía todos los recursos, los hombres cedieron en los hechos importantes espacios a las mujeres. Proliferaron las matronas negociantes, administradoras y políticas, que utilizaban las tertulias para sus interminables "roscas". Las mujeres de humilde condición con frecuencia acompañaban a sus hombres a los campos de batalla. Se ha conservado el recuerdo de algunas de ellas, como las "niñas de Ayohuma", o la Parda María, llamada "Madre de la Patria".
              Las mujeres tomaban parte en la resistencia popular contra los invasores: en las invasiones inglesas así lo hicieron. Tambien lo hicieron en Cochabamba,  cuando obligaron a sus hombres a combatir contra el terrorista Goyeneche y tomaron las armas a la par de sus maridos e hijos. Las mujeres tuvieron un papel importante en el Éxodo Jujeño. En Salta construyeron una red de espionaje que permitía a Belgrano conocer hasta el menor movimiento de su enemigo. Sobrevive el recuerdo de una mujer que, luego de la capitulación de Salta, cruzó la cara de una bofetada al oficial realista que la había torturado por espía.  Martina Silva de Gurruchaga proporcionó a Belgrano 150 hombres reclutados por ella. Pero incluso en las filas realistas las mujeres actuaban incesantemente, y perdura el nombre de Pascuala Balvás, feroz matrona que exhortaba a los soldados realistas desde el púlpito de la catedral salteña para que volvieran al campo de batalla.

LAS DOS HEROINAS AMERICANAS POR ANTONOMASIA: JUANA AZURDUY Y MANUELITA SAENZ

          En mis viajes por América tuve muchas ocasiones de sentirme conmovido ante un monumento o recuerdo histórico. Pero dos me emocionaron particularmente: el hermoso retrato que de Juana Azurduy se conserva en la Casa de la Libertad, en Sucre, y la gallarda estatua de Manuelita Saenz en Mitad del Mundo, Ecuador.
               Ambas mujeres, tan diferentes entre si, tuvieron sin embargo muchos puntos en común. Ambas fueron patriotas y luchadoras inclaudicables. Ambas asumieron roles combatientes reservados a los hombres, participaron en batallas y tuvieron grados miltiares y reconocimientos por sus servicios guerreros. Ambas compartieron la pasión y la lucha con sus compañeros de la vida. Ambas lo arriesgaron todo por seguir su vocación libertaria.
               Juana Azurduy, la mayor guerrillera rioplatense, batalló durante años junto a su esposo Manuel Asencio Padilla, y continuó combatiendo luego de su muerte y de la pérdida de cuatro de sus cinco hijos. Famosa en su tiempo, tuvo un largo ostracismo de los textos de historia, que últimamente se está remediando. Mestiza y de firme voluntad de lucha, era como una reencarnación de esas mujeres extraordinarias de las grandes sublevaciones indígenas, como Micaela Bastidas -la compañera de causa y martirio de Tupac Amarú- o Barolina Sisa, columna y sostén de Tupac Qatari.
              ¡Y qué podemos decir de Manuelita! Una mujer independiente en su vida pública y privada, indoblegable por los prejuicios y por la espada. La historia machista la ha llamado "la amante del Libertador Bolivar", pero el gran Bolívar le daba otro título: la llamaba "Libertadora del Libertador", porque había luchado a su lado sable en mano en numerosas contiendas, había sido heroína y oficiala de su ejército, lo había aconsejado y defendido durante años, discutiendo ideas y estrategias de igual a igual, había cabalgado centenares de leguas junto a él, y lo había salvado de las traiciones y hasta de un cobarde atentado, enfrentando a los magnicidas... Hacia el final de su vida, ya paralítica y arruinada, la gran Manuelita confesaba a Herman Melville que ella había amado a Bolívar en vida y lo veneraba después de muerto. Pero sin duda lo que más amaba ella no era a un hombre, sino a la Libertad, pues su vida fue una constante reafirmación del libre albedrío.

OTRA TAREA INCONCLUSA: LA VERDADERA IGUALDAD

              Pero cuando recordamos a estas grandes mujeres que alcanzaron la condición de figuras emblemáticas, no debemos olvidar que a su lado hubo miles y miles de mujeres anónimas luchando por emancipar a un continente, por defender sus tierras y sus hogares, aun cuando perdieran comodidades y familias, viendo morir a sus hijos, en ocasiones muriendo ellas...
               Corrió mucha historia, y hoy vivimos bajo un régimen de pretendida igualdad de género. La mujer ocupa lugares cada vez más relevantes. Hasta tenemos una Presidenta. Sin embargo, la igualdad que proclaman las leyes está lejos de ser efectiva en las costumbres. La opresión de género subsiste, y la violencia de género arroja cada día nuevas víctimas.
                Y así como Monteagudo sostenía, en un célebre artículo sobre la Batalla de Tucumán, que la mejor forma de honrar a los caídos era asegurar la Independencia sudamericana, así tambien hoy no tenemos mejor manera de homenajear a estas mujeres revolucionarias que comprometernos a concluir esa tarea pendiente de abolir la opresión de género, para que ese "santo dogma de la igualdad", como lo llamaban Moreno y Monteagudo, exista efectivamente entre hombres y mujeres: para que deje, en fin, de ser un "dogma" y se convierta en un hecho.

fuente: face
www.manuelbelgranoxjaviergarin.blogspot.com
www.bernardomonteagudoxjaviergarin.blogspot.com

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