Escrito por Enrique Mario Martinez en Construcción colectiva
LA ENSEÑANZA DE LA INGENIERÍA
El gobierno nacional ha anunciado el propósito de redoblar los esfuerzos para aumentar el número de egresados en ingeniería, a pesar que ese número ya aumentó significativamente desde 2003.
En palabras de la Presidenta: “necesitamos más ingenieros para tener industria, trabajo, investigación y desarrollo”. El Ministro de Educación, a su vez, anunció que se aspira a que se reciban 10000 ingenieros por año en lugar de los 6000 actuales.
Está muy bien y es encomiable. Nadie puede ignorar la relación que existe entre una estructura productiva densa y la cantidad de técnicos y profesionales que participan en ella. Sin embargo, hacen falta algunas precisiones.
La base de la ingeniería es ciencia dura instrumental. Pero un ingeniero se desempeña en un cierto contexto económico y social. Su saber es un engranaje de una cadena de valor que produce ciertos resultados, que son diferentes en Estados Unidos, Ghana o Argentina.
Ninguna política pública tiene ese hecho más presente que la de Estados Unidos. El sueño americano del progreso individual infinito, escorado para los nacionales, está todavía vigente para muchos ciudadanos del resto del mundo, que la miran desde abajo. Aún hoy los nuevos emprendimientos de Silicon Valley tienen un sorprendente 50% de dueños nacidos en otro país. En el mismo sentido, un reclamo permanente de la industria allí es que se libere la política de visas para ingenieros, físicos, biotecnólogos y similares, porque cualquier proyección muestra que necesitan de cerebros importados para mantener su dinámica. Y esos profesionales están ávidos de ir allí, porque el contexto lo determina primero el imaginario económico y social y después el entusiasmo por saber o por tener un entorno de trabajo adecuado. Además, con la globalización, todo joven que ingresa a la filial de una multinacional en un país cualquiera, tiene en su horizonte de progreso ser trasladado a la casa matriz. Una encuesta a jóvenes informáticos de todo el mundo sobre su deseo de trabajar en Google, por ejemplo, daría resultados cantados y rotundos.
Anclando en Argentina, hay todavía hoy profesiones que se estudian para emigrar. Casi la totalidad de los ingenieros aeronáuticos de las seis facultades donde se cursa se van del país. Buena parte de los físicos, muchos químicos básicos. Hemos tenido una interesante política de repatriación, pero hasta donde se, no hay números que balanceen los que vuelven con los que se van.
¿Qué hacer en tal contexto? ¿No iremos a gastar en becas y en otras formas de promover la formación en ciencias duras, para engrosar las colas de la visa norteamericana o europea?
Además del problema – real – de saber si los ingenieros se quedarán o no en el país, tenemos que ganar claridad sobre cuál será su función. Los actuales planes de estudio están siendo sometidos a revisión en muchos lugares del país, esencialmente por presión política de los estudiantes, que aún a tientas, ganan en convicción sobre el desajuste entre las necesidades de una sociedad más justa y el rol que se les asigna a los graduados universitarios.
Revisando las currículas se deduce que se brinda formación en ciencias duras y que cuando se la complementa para ingresar a la producción, se ha pensado casi sistemáticamente en producir gerentes de corporaciones.
Nuestros ingenieros, en su gran mayoría, no aprenden la diferencia entre la gestión de un ámbito público y uno privado; no son enfrentados a la problemática pyme de acumular funciones sobre una misma persona; no tienen casi idea de qué significa un área de investigación y desarrollo y cómo debe pensar quien trabaje en ella, ya que las corporaciones no hacen esos trabajos en Argentina.
Es muy larga la lista de falencias y sería muy injusto decir que hay vocación por ignorar estos problemas. Solo señalo que al momento de llevar la ingeniería al estrado de lo deseable, debemos reflexionar sobre todas estas cuestiones y diseñar caminos para entender modos de sentirnos más seguros.
Se necesita amplia participación, que va más allá de la UIA como demandante de mano de obra super calificada. Los ingenieros veteranos; los empresarios pyme progresistas que ya están pasando la posta a otra generación; los ingenieros del Estado anterior a Menem y los de hoy. Tantos saberes útiles para una tarea tan noble y necesaria. No los desperdiciemos.
fuente: Propuestas viables
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