por Francisco José Pestanha
El año 1930 puede
establecerse sin lugar a dudas como un hito elocuente para comprender el
desarrollo de esta matriz de pensamiento que, como ya sostuvimos en numerosas
oportunidades, encuentra raíces ancestrales en nuestra región.
El derrocamiento del
gobierno constitucional de don Hipólito Yrigoyen no solo iniciará una larga
etapa de presencia política de la fuerzas armadas, en especial del ejercito en
el poder, sino que coincidirá con una paulatina y ascendente conflictividad con
el Reino Unido de Gran Bretaña, experiencia imperial surgida al calor de la Revolución Industrial,
con la que la Argentina
mantuvo durante más de siete décadas, al decir de numerosos autores una
relación de tipo semicolonial[1]. Surgirá entonces una vigorosa y activa
militancia nacionalista (aunque este fenómeno puede extenderse hacia principios
del siglo XX), que se expresará no solamente en el campo del pensamiento sino
también en la historiografía.
La vertiente
nacionalista presentará rasgos sumamente peculiares y diversificados,
destacando la circunstancia no menor que alguna de sus voces más resonantes emergieron
desde los mismos sectores dominantes.
Siguiendo en este
aspecto Daniel Enrique Antonio Campi[2], en las postrimerías de la Primera Guerra
Mundial empezaron a resonar fuertemente en nuestro país diatribas contra el
orden político imperante, ataques que, en cierto sentido, respondieron al
impacto generado por la llegada del Yrigoyenismo al poder. Algunos
nacionalistas, a fin de construir su ideario se harán “paradójicamente” eco de versiones
ideológicas importadas acríticamente del viejo continente, para fustigar el
ascenso de la “chusma” al poder desde una perspectiva ciertamente
aristocratizante.
Miguel A. Scenna[3] citado por Campi describe
esta circunstancia con notable precisión: “Desde 1916 los que se consideraban
custodios de la tradición por derecho de herencia estaban desplazados del poder
por el radicalismo (…) Surgió entonces una suerte de pensamiento que, renegando
del radicalismo y de la inmigración, terminó renegando también de la
democracia. Extasiados con Primo de Rivera y con Mussolini y (….) nutridos intelectualmente por Charles
Maurass, crearon un ideario que tomó el nombre del nacionalismo”.
Algunos sectores
inscriptos en esta corriente centrarán sus reflexiones en una cerrada visión hispanista, fundarán su
diatriba afirmando que la
Nación existió pero fue derogada después de la batalla de
Caseros, y plantearán un inviable retorno
hacia el pasado. Juan Domingo Perón en alguna oportunidad, les asignará irónicamente
el mote de “piantavotos de Felipe II” en referencia al monarca español durante
cuyo reinado la hegemonía española llegó a su apogeo.
Otros experimentarán
un nacionalismo de cierto corte hispanista pero orientado hacia la Doctrina Social
Cristiana, corriente que resultó de por sí
bastante fecunda y que influirá nítidamente en el primer peronismo. Por
su parte, autores como Leopoldo Lugones desde una perspectiva nativista y
persiguiendo una propuesta nutrida de tópicos originales, se transformará en
uno de los intelectuales emblemáticos del ideario nacionalista, aunque enrolado
en un elitismo inconducente, relativamente funcional a las elites
dominantes y ciertamente ingenuo.
El pacto Roca
Runcimann suscripto en 1933 permitió visibilizar la verdadera relación que
anudaba forzosamente el destino de nuestro país al de la metrópoli (Gran
Bretaña) ya que legó, en manos de estos últimos, el comercio exterior y otorgó
al capital inglés privilegios inaceptables. Dicho pacto además vino a poner en
duda la idea misma de una Argentina independiente y soberana impulsando a
autores como Julio Irazusta, Ramón Doll y José Luis Torres a inscribirse en un
acérrimo anticolonialismo. La obra de
Julio Irazusta “La Argentina y el imperialismo británico. Eslabones de
una misma cadena 1806-1833”
constituye aún hoy una referencia reveladora en la literatura anticolonialista
refiere.
Comenzará, así, la
lucha contra el imperialismo real.
Las circunstancias
imperantes estimularán a muchos jóvenes a inscribirse en esta batalla, y con el
paso del tiempo, el anticolonialismo irá generando instancias organizativas
originales y trascendentes como la de FORJA (Fuerza de Orientación Radical para
la Joven Argentina).
Bajo el impulso de Juan B. Fleitas, ex Ministro de Yrigoyen, y de Manuel Ortiz
Pereyra, único miembro del Poder Judicial que renunciara el 6 de septiembre de
1930, un grupo de jóvenes entre los que se encontraban Arturo Jauretche, Homero
Manzi, Luis Dellepiane, Raúl Scalabrini Ortiz, Juan Luis Alvarado, Oscar
Correa, Gabriel Del Mazo, Atilio García Mellid, Héctor y Carlos Maya, Néstor
Banfi, comenzó a agitar las banderas nacionales y revolucionarias que había
popularizado el yrigoyenismo. FORJA emergió a la luz un 29 de junio de 1935.
Integrada por los referidos y otros como René Orsi, Francisco José Capelli,
Miguel López Francés, Basilio Ruiz, Oscar Meana, Vicente Trípoli, Libertario
Ferrari, Juan Carlos Cornejo Linares, Luis Peralta Ramos, Horacio Aragón, Roque
Raúl Aragón, constituyó en un verdadero regazo para que estos jóvenes pudieran
preservarse de un contubernio que mediante todo tipo de artimañas los privaba
de la voz y del voto.
La actividad de
FORJA “no se concentró exclusivamente en
la producción de literatura política y, menos aún como suele sostenerse, en el
desarrollo de una corriente interna escindida de la UCR constituida por
intelectuales en su mayoría jóvenes universitarios y profesionales de clase
media[4]”.
Como bien enseña Delia María García, esta última caracterización en modo alguno
“…alcanza a reflejar los matices
diferenciales de heterogeneidad social, cultural, y de origen político” de sus
integrantes. La experiencia del forjismo marplatense y de otras filiales
provinciales del agrupamiento da cuenta de una multiplicidad de estrategias y
actividades que se extienden también hacia el mundo del trabajo y, en especial,
hacia el proceso de nacionalización del movimiento obrero argentino.
Pero además Irán
surgiendo paulatinamente otras versiones caracterizadas como nacionalismo de
izquierda, enrolándose en ellas legendarias
figuras como Jorge Abelardo Ramos y posteriormente Juan José Hernández Arregui. En relación a
esta última tendencia, las enseñanzas de Manuel Ugarte resultan altamente reveladoras
y su americanismo inspirará a todo el Pensamiento Nacional.
Pero no solo el
anticolonialismo caracterizará la producción de ese nacionalismo popular ya
emergente. El Pensamiento Nacional, incorporando al pueblo como elemento nuclear
de la Nación,
irá inmiscuyéndose, entre otras, en una cuestión que es capital para la
comprensión de lo argentino: la cuestión identitaria.
Fermín Chávez en un
opúsculo[5] lamentablemente olvidado ha
sostenido que Fray Francisco de Paula y Castañeda, Manuel Ortiz Pereyra, Ernesto Quesada, Leopoldo Lugones, Manuel
Ugarte, Ricardo Rojas, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Manuel Gálvez,
entre otros, abordaron, desde diversos matices, la cuestión nacional citando en
esa obra una brillante reflexión de Ugarte datada en 1912: ¡Somos indios, somos
españoles, somos latinos, somos negros, pero somos lo que somos. No queremos
ser otra cosa!
Estas y otras
apreciaciones altamente valorativas sobre nuestra composición mestiza y nuestra
razón identitaria resultarán cruciales en momentos que ciertas mentes obtusas
denunciaban una Argentina desintegrada por una inmigración aluvional con su
consecuente infortunio: la pérdida de identidad.
Raúl Scalabrini
Ortiz por su parte rescatará a esta Argentina inclusiva y mestiza, concibiendo
un neologismo para describir el proceso de interacción e integración de
culturas que se operaba en América y en especial en nuestra Argentina: lo multígeno.
Por razones entre
las que se incluyen lógicos matices y perspectivas conceptuales disímiles sobre
ciertos fenómenos, esta corriente nunca se aglutino bajo ninguna modalidad
organizativa, aunque todos sus mentores coincidieron en la existencia de un
universo sociopolítico caracterizado por las relaciones desiguales de poder, y
el carácter periférico y dependiente de
nuestro país.
[1] El término
semicolonia será utilizado por muchos autores de esta corriente como Jorge
Abelardo Ramos.
[2] CAMPI: Daniel Enrique
Antonio: “El nacionalismo Hispanoamericano de
Raúl Scalabrini Ortiz”. En actas del Congreso Internacional de Historia de
América. Córdoba Marzo de 1987.
[3] SCENNA, Miguel Ángel; “Los que escribieron nuestra historia”. La Bastilla. Buenos
Aires 1976.
[4] PESTANHA Francisco José .FORJA: Hace 76
años comenzaba a edificarse un sueño”. En
ww.telam.com.ar
[5] CHAVEZ
Fermín: “Lo Argentino como producto Histórico”.
Opúsculo de difusión gratuita. 2004
Fuente: ALPARGATAS Y NETBOOKS
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