por Abel
Son cosas muy de la coyuntura los que hoy me pusieron a pensar en la pregunta del título. Proyectos de ley en el Congreso, como el nuevo régimen sobre riesgos laborales, y también los dos que se plantean reformar el mercado de capitales, otorgando a la CNV un mayor control, y obligar a las aseguradoras a invertir una porción de sus carteras en proyectos de “economía real”.
Y supongo que es inevitable que uno se lo pregunte a partir de hechos aún más efímeros, como la foto de Hugo Moyano y Mauricio Macri que engalana este posteo.
Me interesa, como de costumbre, dejar en claro desde donde hablo. Cuando digo que son hechos coyunturales, efímeros, quiero decir exactamente eso. Mi opinión sobre la reforma a la ley 24557 de Riesgos del Trabajo, tal como figura en el proyecto que hoy debería considerarse en Diputados, es tan negativa como la de mi amigo Ezequiel Meler. Tan negativa como la de Héctor Recalde, que pidió, y obtuvo, autorización al bloque para presentar un proyecto distinto. (Ezequiel hace una fundamentación sólida; Don Héctor, como hombre político, es más discreto. Puedo agregar una reflexión general: es una ley hecha por abogados – inevitablemente – con el objetivo de salvar las objeciones más obvias al sistema actual, sin cuestionarlo a fondo. Falta la visión de médicos e higienistas ¿Dónde están los Bialet Massé, los Carrillo?).
Por otro lado, estoy a favor del control de la actividad bursátil (muy pequeña, casi marginal en nuestro país, pero que es – como en todos lados – una timba. Desde el 2008, la experiencia global nos recuerda, con fuerza, que los casinos deben ser controlados. A ver si crecen) y el encauce de los fondos de reserva de las aseguradoras. Ésta no es una medida novedosa, pero avanza en el camino que marcó la estatización de los fondos de las AFJPs. Por supuesto, también necesita para ser exitosa que se maneje desde el Estado con honestidad, prudencia y habilidad. Es válido reclamarlo, pero sería poco serio decir que el interés privado de los administradores actuales garantiza inversiones óptimas para el interés general.
En cuanto a las jugadas políticas del Hugo… Cuando decidió enfrentarse abiertamente al gobierno, poco después de las elecciones que dieron el triunfo a Cristina, lo evalué en el blog como una estrategia equivocada. Sigo pensando en esos términos. Tengo claro que Moyano, como muchos sindicalistas, cree que el gobierno se propone debilitar a las organizaciones sindicales, tales como son ahora, y – es su estilo – ha decidido atacar él.
No veo esto con la indignación de la militancia K. En la Argentina de hoy, en el mundo de hoy, la hostilidad de los gremialistas no hace peligrar ni la estabilidad ni la legitimidad de los gobernantes. Y la responsabilidad básica de un dirigente sindical es hacia su sindicato, o, en la mayoría de los casos, deja de serlo. La lealtad de los señores feudales, con tierras y soldados propios, no es, no puede ser la misma que la de los súbditos de a pie. Y los reyes inteligentes lo tenían muy claro.
Además, por razones históricas e ideológicas simpatizo con la idea de la creación de una fuerza política con base sindical. Sólo… estoy razonablemente convencido que Hugo Moyano no es quien será capaz de construirla.
Está claro que no pienso que nada de esto sirva para definir un gobierno, o una posición política. Pero forman parte de procesos, y eso sí creo que es importante. De ahí que hicieron que me pregunte ¿Cuál es entonces la “contradicción principal” en Argentina? Esa simplificación que Mao acuñó más de medio siglo atrás no la tomo como una versión esquemática de un marxismo anticuado. La uso para preguntarme por dónde pasa el enfrentamiento principal.
Algunos amigos doctrinarios dirán que sigue siendo Peronismo / Antiperonismo. Puede ser: el peronismo es una identidad cultural muy fuerte, y – en cierto modo – el antiperonismo también lo es. Pero afirmar que esos son los dos proyectos en pugna es tomar por demostrado lo que se quiere probar. Del peronismo han surgido, además de Perón mismo, Mercante, Vandor, Cooke, Menem, Kirchner… muchas propuestas distintas. Distinguir cuáles son las “buenas”, requiere más confianza de la que siento.
Lo de Izquierda y Derecha me parece todavía más débil, dada la experiencia argentina, que sólo puede plantearse desde una teoría muy abstracta. Aunque, es cierto, también ellas son, a su manera, identidades culturales fuertes, que se cruzan con el clivaje peronismo / antiperonismo.
Cualquiera que se dejase guiar por los medios, o por el clima social en las grandes ciudades, podría pensar que el enfrentamiento es entre K y anti K. Y lo es, en las emociones de esas dos “minorías intensas”, que no son tan pequeñas, además. Pero aún en esta sociedad que tiene el odio fácil, si fuera sólo el odio a Cristina, y el odio a los que la odian… sería bastante fugaz.
Para no dar más vueltas, tengo que decir que me parece evidente que el enfrentamiento principal está provocado por el crecimiento del poder del Estado, concentrado en la estructura burocrática del Ejecutivo. Por supuesto, tiene que ver con las políticas que lleva adelante: nadie cuestiona la legitimidad de las políticas que lo benefician.
Pero las medidas de esta administración no han afectado profunda y decisivamente los intereses de ningún grupo social importante (Esto no quiere decir que no han perjudicado a algunos y beneficiado a otros; por supuesto que lo hicieron. Pero ningún sector ha visto disminuída significativamente su posición en la escala de ingreos. A excepción, tal vez, de los militares retirados, y su declive comenzó en los tiempos de Menem).
El problema es, a mi juicio, uno de poder. Las grandes empresas son mucho más hostiles que el sindicalismo al control del Estado; además, la mayoría de ellas, las más poderosas, son extranjeras, lo que agudiza el conflicto. Y si considero que éste es el enfrentamiento estratégico, es porque estoy convencido que el Estado argentino necesita desarrollar más, no menos, poder.
Eso sí, “estratégico” quiere decir, necesariamente, que debe perdurar. Ser “sustentable”, en la jerga moderna. Para ello, esa concentración no debe permitirse que sus adversarios la pinten como arbitraria y no participativa. Para lo cual, es necesario que no lo sea. Lo que puede mantenerse, en medio de conflictos, en Formosa o en Santa Cruz, no es viable en la Argentina en su conjunto.
fuente: el blog de Abel
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