Ortega y Gasset, en sus Meditaciones de la Criolla, realizadas por Radio Splendid, en 1939, en su tercera parte, expresó: (…) Es este, sin duda, un pueblo joven. El otro día hacía yo constar en La Plata que esa expresión “pueblo joven” no es simple manera de hablar. Pero no exageremos, no es un pueblo párvulo, tiene ya un pasado respetable. Aunque ha sido la nación más nueva de estas americanas, tiene a su espalda y allá arriba, hacia el noroeste, cuatro siglos de pasado. En la perfecta criolla de hoy se han destilado gota a gota esas cuatro centurias de esfuerzo vital, de experiencias, de ensayos, de fervores, de dolores. Y el error óptico de este país, está en mirar demasiado poco a ese noroeste, al tesoro de ese pretérito que está ahí, en ustedes, pero está paralítico, sin movilizar, sin actualizar. No puedo ahora desarrollar este tema, como no puedo ni siquiera lanzarme a describir la formación de la criolla a lo largo de esos cuatro siglos. Lo único que puedo, así apurado como voy, es disparar un pistoletazo para llamar la atención, sirviéndome de un ejemplo extremo.” Cito al filósofo español, pues en el centenario de la independencia (1916), vino a Tucumán con su padre, a compartir este fasto nacional.
Cuando revisamos nuestra historia, nuestra tradición nacional, siempre llegamos a una conclusión: somos un país, porque no pudimos ser una Nación. Las Provincias Unidas de Suramérica que soñaron nuestros Libertadores: San Martín, Belgrano, Pueyrredón, Güemes, Artigas, O’higgins, Bolívar, Sucre, entre otros. Factores exógenos en connivencia con elementos internos, determinaron que fuéramos lo que somos, una Patria Grande dividida. En suma: un proyecto inconcluso. Este diagnostico de situación crónica que señalamos desde la perspectiva geográfica, histórica, se repite en cada país, con una tendencia marcada por la posición geopolítica: la prevalencia de los centros portuarios, sobre el interior; y una configuración geocultural: la visión cosmopolita de la cultura, de la historia, de la educación, de la política, de lo económico.
En el caso de las dos argentinas (Buenos Aires y el Interior), el fenómeno se traslada a las regiones, que fueron antes que las provincias. En cada provincia (consecuencia de la disgregación regional) se renueva el fenómeno separatista, en relación a sus vecinas y a su propio interior. Esta cruda realidad supone comprender las excepciones, que en forma de sudestadas, promueven movimientos telúricos nacionales, que por pendulares, no logran solucionar este mal sistémico. Una actitud espasmódica de construcción nacional, no forja situaciones estables. Se necesita un proyecto nacional centrado en nuestro interior, en nuestras regiones, para superar esta recurrente actitud política, devenida en subordinación estructural, y subestimación popular. Esta previsión superadora de antinomias provinciales, nos llevaría al equilibrio: Bs. As. - interior, al desarrollo regional, y la consecuente proyección continental.
Se preguntaran, seguramente: ¿Qué tiene que ver lo expuesto, con la batalla de Tucumán? Estamos convencidos que enmarcar regionalmente las batallas por la Libertad e Independencia, en el tiempo fundacional de la Patria, nos ayuda a comprender las causalidades del presente, el debe y haber de nuestras cuentas públicas. La historia, como decía Benedetto Croce, es siempre contemporánea.
En este tiempo bicentenario, venimos reflexionado sobre lo que significa la línea histórica de los dos 25 de Mayo (1809/1810) proyectada al 9 de Julio (1816), que por cierto no es la línea “Mayo - Caseros” esgrimida por la historia oficial.
Evocar el primer 25 de Mayo en Sucre, en Bolivia, en el año 2009, el primer gobierno patrio en Buenos Aires, en el año 2010, la batalla de Suipacha, en Tupiza, el mismo año, el combate de Las Piedras, en Uruguay, en el 2011, fue caminar juntos hacia el bicentenario federal y continental del año 2016, verdadero bicentenario de la Patria Grande. Vamos corrigiendo con este andar, en estos encuentros, la mirada distorsionada por la historiografía del Río de la Plata. Vamos rastreando huellas perdidas.
En este año 2012, estamos rememorando, recorriendo los fastos de la Gesta Belgraniana. Epopeya popular que se realizó en el territorio de la Intendencia de Salta del Tucumán. Resistencia patriótica, consecuencia de la derrota de Huaqui (20.02.1811), de la demora “criminalisima” de las tropas del Ejercito Auxiliar del Alto Perú, al firmar el pacto de Laja, concertado por Balcarce y Castelli con las fuerzas realistas. Tema tabú de la historiografía Mitrista y sus epígonos.
La epopeya Belgraniana comenzó a orillas del río Paraná, un 27 de Febrero de 1812, en Rosario de Santa Fé, ciudad sin fundador español. Belgrano, el gran político de Mayo, al enarbolar la Bandera Nacional, custodiada por las baterías Libertad e Independencia, provocó de este modo simbólico, el nacimiento del mito patriota, aglutinante, convocante. Símbolo patrio que fue repudiado por los Rivadavianos porteños, interpretes cabales del despotismo ilustrado borbónico, europeo.
Volvamos al pasado, a los decididos de la Patria. En territorio tucumano, el pueblo se transformó en pumas, dispuestos a todo. No obedecerían las ordenes emanadas del puerto, del poder central ¿Retroceder a Córdoba? ¿No presentar batalla? ¿Dejar la tierra que los viera nacer? ¿Seguir con sus familias a otros lugares llanos, sin sus montañas? ¡Eso nunca! Belgrano escucha el clamor popular. No habría ya más bandos revolucionarios. Los zambos, mulatos, negros, aborígenes, gauchos, criollos, venderían cara su vida. La muerte sería un espejo carnal, para mirar hacia atrás. A sus lugares natales, al terruño, a la querencia. ¡Hasta aquí llegamos! ¡No pasarán! Las caballerías gauchas levantaron el polvo del olvido ancestral, galoparon al ritmo del secreto latido de la tierra.
El parte de batalla, enviado por Belgrano al Triunvirato, es contundente. Expresa: “Excelentísimo señor: la patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección nos pusimos: siete cañones, tres banderas y un estandarte, cincuenta oficiales, cuatro capellanes, dos curas, seiscientos prisioneros, cuatrocientos muertos, las municiones de cañón y de fusil, todos los bagajes y aun la mayor parte de sus equipajes, son el resultado de ella. Desde el último individuo del ejército hasta el de mayor graduación se han comportado con el mayor honor y valor. Al enemigo le he mandado perseguir, pues con sus restos va en precipitada fuga; daré a vuestra excelencia un parte por menor luego que las circunstancias me lo permitan.
Dios guarde a vuestra excelencia muchos años. Tucumán, 26 de Septiembre de 1812″ (Documentos para la historia del General Manuel Belgrano, tomo IV, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 2003)
Eso fue Tucumán, un 24 de Septiembre 1812, eso fue Salta, el 20 de Febrero 1813. El pueblo de Jujuy recibiría de manos del Gral. Belgrano, en nombre de sus hermanas, por su sacrificio, la bandera de la libertad civil ganada con estas victorias.
La historia se escribió con sangre, en nuestro norte. Por ello, olvidar nuestra historia, como hacen muchos historiadores de vanas glorias, también es tener memoria. Necesitamos los norteños reflexionar profundamente sobre nuestra historia común, dejando de lado lo que nos separa, y trayendo del pasado heroico lo que nos religa.
Raúl Scalabrini Ortiz, nos enseña: “Unir sobre lo fundamental es tarea americana y de legítima reivindicación, así como desunir por sutilezas es tarea del interés exógeno a la nacionalidad. Para unir es preciso comprender. Para comprender hay que conocer. Enseñar la comunidad de los intereses es practicar el sentimiento fundamental de América, inmensa fraternidad sin hermanos“.
¡Viva Tucumán, cuna de la Independencia Nacional Suramericana!
Martín Miguel de Güemes
[Texto gentileza de Boletín Tizón y Carlos Falchi]
fuente: Agenda de Reflexión
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