por Lucas Carrasco
Cierto, ponele, que no quiso.
Hubo actos, sueltos, sin poner la carne en el asador. Digamos. Tampoco, podría haberlo hecho.
¿Por qué?
Por parecidas razones estructurales que posibilitaron un golpe de estado
en Paraguay. No hay confianza en la movilización de los sectores
populares. Se les teme. Por eso, mientras la realidad no joda, hay
tantos papanatas amateurs embarcados en la guerra semiótica contra
Clarín, donde, lo importante, ya se jugó. Y ganamos. Ahora viene la
etapa de los abogados y los contadores. La guerra comercial. Del
empresario que se quede con el botín de guerra, ¿o es que acaso una
cooperativa se va a quedar con Canal 13 y Radio Mitre? Yo, hasta acá
llego, de todos modos, sobran boludos que miran para otro lado, como si
la etapa no hubiera cambiado y ahora, los significados de luchas
pasadas, no estuvieran inmolándose en guerras comerciales ajenas a los
intereses nacionales y populares. Nacionales, por que le vamos a sacar a
Clarín pero no a Telefónica, populares, por que ya se vio qué viene en
vez de, por ejemplo, Hadad. Cristóbal López. ¿La lucha, entonces, no
valió la pena? Sí, obvio y debe proseguir, antes como ahora, por la
libertad de expresión. Que incluye las líneas editoriales que nos
desagradan. Pero, cambió la etapa. Eso quiere decir que, llanamente, a
este barco se subieron oportunistas de toda calaña. Si total, se puede
hacer plata.
Todos los sectores que se movilizaron estas semanas contra el
kirchnerismo, y lo hicieron con consignas a su derecha, notaron que el
kirchnerismo está desmovilizado. Pero, fuerte. No apostaban tanto a la
escena inmediata cuanto a lo que pueda suceder a mediano plazo.
Hay que prestar atención.
El diario Crónica, para el que trabajo en negro y sin que me paguen a
tiempo, aumentó un 20% hoy el precio de tapa. Lo supe, hoy, cuando fui a
comprarlo. Las empleadas de limpieza del Ministerio de Trabajo de la
Nación, están en negro. Los cigarrillos que compré, en el mismo viaje,
aumentaron, también. El kilo de pan, me cuenta uno de mis hermanos, se
fue al doble por el paro del campo en Entre Ríos. Lapegue anda bien, con
el prende y apaga. No se consigue garrafa de gas, ésa que pagan hasta
20 veces más caras los pobres. A diferencia del barrio de Palermo, donde
libramos la lucha semiótica. ¿Cómo va el último parte de guerra?
A mi amigo Ernesto, en Rosario, lo suspendieron de la fábrica. La crisis
de la balanza comercial. Los peruanos de la verdulería de a la vuelta,
dejaron de comprar ciertas cosas a los bolivianos que le llevaban al
mercado central, en especial, las verduras más baratas, por que al
barrio, dejaron de venir algunos cartoneros. Se usa menos papel. En
Jefatura de Gabinete, en cambio, no se nota. Ahí se sigue tirando la
misma cantidad de papel, en el anexo, donde se juntan los perdedores del
modelo, en la puerta, la manada -ya no pertenecen, de tan degradados
que están, a la condición humana- que recolecta la basura. Para el
negocio, el único industrializado del puerto, de los sindicatos, el
lumpenburguesariado, los funcionarios forros, los intendentes del
conurbano, las distintas mafias de la droga, el negocio redondo de la
basura. Es todo muy lindo.
¿Qué país miran mis amigos en el gobierno?
Uno que está en lucha contra los titulares.
Donde, perfectamente, se puede vivir con 80 años y 1.800 pesos de
jubilación. ¿Es lo que la derecha llama relato? No, no pueden nombrar
tres, sólo tres acciones de gobierno rescatables, de Macri, de Binner,
de Scioli, de De La Sota. Del kirchnerismo la misma derecha reconoce
arriba de 10 acciones de gobierno.
Es un problema de resignación. De anteojeras. De aburguesamiento. Es un
problema, obviamente, de clase. Los movimientos sociales ya no están en
el gobierno. Nadie sabe un carajo, entonces, cómo se vive en la
Argentina, fuera de los microclimas.
Los créditos, a tasa negativa, a los jubilados, son la mejor noticia de
los últimos tiempos. Hay que implementarlos, claro. Pero con que se haga
el 10% ya tendrán un impacto fuerte. Es por ahí. Los alimentos
escasean, crece, en los mercados centrales y terminales, el comercio en
negro, no de dólares, sino de harina. Harinas truchas, con formas de
aceites, para no pagar tanto IVA. Los alimentos suben, captando las
mejoras en los sectores populares.
¿Nadie avisa estas cosas, viven la fantasía de Polémico Moreno, de las Milanesas para Todos, cómo es la cosa?
No sé.
Juro que estoy perplejo.
Por que, además, las reacciones al gobierno son por derecha.
Los sectores populares, directamente, no se movilizan. O van a desgano.
No viven los microclimas K, no los contradicen, tampoco tienen con quién
negociar mejoras, excepto con intendentes, concejales, gobernadores.
Con los cuales el kirchnerismo después se pelea. Y quedan todos en el
medio, mirando.
Hay crisis.
La sufren los que menos tienen.
Hay reacciones desde el gobierno, en cuidar el empleo, hacer control de
daños, hubo, tiempo atrás, acciones para bajar la informalidad laboral,
ya no las hay, están en la internita. El plan Argentina Trabaja, que
emplea en negro y bajo condiciones discutibles a excluidos del modelo,
funciona. Es un paliativo. Un cacho de realidad. Las políticas
jubilatorias, universalizadas desde el kirchnerismo, se van ampliando y
complejizando. En salud ya no se hace más nada. En Educación, menos. En
Cultura, está el programa de TV bizarro de Coscia, un ñoqui que
administra los caprichos de viejas putas de Recoleta. Claro que lo hace a
lo bocón, entonces parece. Todo parece.
Las obras públicas perdieron impulso. El plan de viviendas reavivó
expectativas. Para la gente que duerme en la calle, no hay nada. Les
queda dios. ¿Se puso en marcha el plan de viviendas, al final?
Debo estar loco, por que imagino otro país.
La yerba, después de Polémico Moreno, jamás bajó ni cerca de lo que
estaba antes. Tampoco los fideos, el arroz, el aceite, el jabón, los
pañales, los ladrillos, la ropa de bebé.
Está trabada, en buena medida por la falta de formación política y
voluntad de lucha en lo real de la militancia K, la redistribución de
recursos entre el puerto y el gobierno federal, medidas históricas que
por fin un presidente se atrevió a poner sobre la mesa. El riesgo es que
pase la crisis y todo haya quedado como está. Bueno, algo se avanzó.
Llama la atención cómo se mean en los pantalones los burócratas del
Instituto Dorrego cuando se cuela la realidad: ¿qué hacer con los
subtes? ¿No hay posiciones históricas que defender en la decisión de
Cristina de traspasarlos? ¿Cómo analizar -sin decir boludeces, para eso
ya está Diego Bossio- la Asignación Universal por Hijo, el actual
salario móvil y primer política de integración nacional y popular desde
el primer Perón? ¿No hay que salir a decir que está muy bien eliminar
los subsidios al transporte y la energía del puerto?
No paro de ganarme amigos.
Pero es que, quizás, vemos otro país.
Uno dónde el aumento regresivo de la mersa del ministerio de economía
-oh, los judíos marxistas- del monotributo no sólo da por descontado que
el sistema impositivo conservador se mantendrá, sino que da cuenta de
la improvisación, al ceguera y la nimiedad de estos chicos bien capaces
de sacarse un ojo para ser directores de multinacionales. En
representación del estado. Ahora. Mañana, quién sabe. Ya vi esta
película.
O no. Quizás estoy equivocado. Aburrido. Harto. Cansado. O con ganas de
pelear. No sé. La trampa es que los acosos al gobierno vienen por
derecha. Pero hay que mirar, para nuestro lado, la apatía también es un
mensaje.
fuente. República unida de la Soja
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