Reportaje de Telémaco Subijana
Entrevistamos en exclusiva al economista
Mariano Kestelboim. Es investigador y docente de la Universidad de
Buenos Aires. Coordinador del departamento de Política Económica del
Capítulo Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo de
Naciones Unidas (SID-Baires) e integrante de la GEENaP, su actividad
profesional está focalizada en consultoría sobre defensa de la
competencia, comercio desleal internacional, microeconomía aplicada y
análisis de mercado. Actualmente se desempeña como Director Ejecutivo de
la Fundación Pro Tejer. En esta entrevista, analiza la implementación
del mal llamado “cepo al dólar” destacando que esta medida precautoria
que inhabilita el atesoramiento nuevo en moneda extranjera previene
desequilibrios externos -como los que históricamente sufrió nuestro
país- y permite la utilización de divisas con fines estratégicos. Opina
sobre las leyes de reforma de la Carta Orgánica del BCRA y de regulación
del mercado de capitales y señala otros instrumentos posibles de
implementar para orientar el crédito al sector productivo. Explica la
evolución de la inversión en la Argentina -anticipando un importante
crecimiento para el 2013-, analiza el problema de la inflación y
reflexiona sobre las transformaciones necesarias ante el desafío de
transformar la estructura productiva. Leer más.
En
una entrevista anterior que le concedió a Iniciativa señaló que el
desafío era lograr que “el peso sea considerado una reserva de valor”.
En este sentido, ¿cómo analiza la implementación del mal llamado “cepo
al dólar”?
Es una medida que inhabilita el atesoramiento nuevo
en dólares. Se trata de una iniciativa muy estricta que debió ser tomada
a fin de anticiparse a las crónicas crisis que han afectado a la
economía argentina históricamente. Haciendo un análisis de la economía
argentina, en general las crisis se han dado como consecuencia de un
desequilibrio en el frente externo -escaseaban los dólares y se producía
una restricción externa, agravándose el problema a medida que la
economía se iba insertando financieramente de forma más pronunciada en
la economía mundial. De esta forma, de manera precautoria, para prevenir
justamente un descalabro de estas características, durante el 2012 se
resolvió que la utilización de las divisas que genera la economía
argentina a partir de sus exportaciones debía ser realizada con fines
estratégicos vinculados al desarrollo económico del país -adquisición de
tecnología, energía, entre otros. Ahora, si bien es una medida
antipática para sectores de la población que solían ahorrar en dólares
-ya que restringe esa posibilidad-, de no haberse implementado, en un
futuro, esos sectores medios tampoco hubiesen podido comprar dólares.
Entonces, mejor temprano que tarde, en un contexto económico de
crecimiento, se busca evitar que los hábitos de consumo y ahorro
vinculados al atesoramiento en dólares provoque pánico, corridas
cambiarias, etc. En definitiva, se trata de una medida precautoria que
incluso la Argentina debería haberla tomado en el pasado.
¿Qué ocurre con la remisión de utilidades por
parte de las empresas transnacionales? ¿Cómo se regula? ¿Hay que
implementar medidas similares?
Se han tomado varias medidas en ese sentido. Se les
ordenó a las empresas mineras que debían repatriar sus utilidades
remitidas al exterior -lo mismo con las empresas de hidrocarburos.
El Banco Central dispuso que todas las divisas
obtenidas por exportaciones de hidrocarburos y recursos mineros se
liquiden en el mercado local (antes podían retenerse en el exterior).
Esa medida mejoró el flujo de dólares que ingresan al país. Hasta esa
decisión, el sector petrolero tenía que ingresar al menos el 30% de las
divisas obtenidas por sus exportaciones, mientras que la minería podía
dejar fuera de la plaza local el 100% de las divisas obtenidas por sus
ventas externas.
Por otra parte, la recuperación de YPF es una
iniciativa que también va en ese sentido. Considero que el gobierno está
actuando y esto requiere negociaciones con las grandes empresas
multinacionales. En la Argentina, lamentablemente, la cúpula empresarial
se extranjerizó mucho. Las multinacionales encuentran negocios en la
economía argentina pero esto no debe implicar la desinversión. Por eso
este proceso de negociación que promueve el gobierno aspira a la
expansión de sus actividades en el mercado local, busca el desarrollo de
nuestra economía.
¿Es posible pensar algún instrumento de implementación general?
En general son acuerdos negociados caso por caso. A
modo de ilustración, en Finlandia se condicionó fuertemente la inversión
extranjera directa a través de límites muy restrictivos de
participación del capital extranjero. Algo similar ocurrió en el sudeste
asiático. Por su parte, China obliga a las compañías internacionales
que se quieran instalar a formar un “joint venture”, que son acuerdos
con capitales nacionales para desarrollarse, que tienen que estar
aprobados por el Partido Comunista. También se promueven acuerdos de
reciprocidad y otros tipos de condicionamientos. Por ejemplo, se aprueba
la posibilidad de que una empresa se desarrolle en el mercado interno y
como contrapartida se les exige exportar o acuerdos sobre proveedores
-quién va a proveer, quienes van a ser sus clientes. En definitiva, hay
toda una serie de instrumentos que se pueden aplicar. Muchos países los
promueven sin que esto implique la reducción del flujo de inversión.
En el 2012 también se sancionaron las leyes
de reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y de regulación del
mercado de capitales. ¿Qué opina al respecto?
La economía argentina durante casi treinta años de
políticas contrarias al desarrollo productivo y social -desde mediados
de los años setenta hasta principios del nuevo siglo- fue generando
deficiencias de gran magnitud. Esas deficiencias agravaron una
estructura productiva débil, que se había generado como consecuencia de
que, históricamente, en la Argentina, la producción se desarrolló en
función de las necesidades de los grupos agroexportadores. Así, el
circuito productivo siempre ha estado condicionado por un sistema de
transporte -de logística en general- diseñado a fin de favorecer esa
explotación y un esquema de comercialización muy concentrado en los
grandes centros urbanos. Finalmente, este escenario se agrava por las
políticas antidesarrollistas del último cuarto de siglo pasado. Las
secuelas de esas políticas impactaron en el abastecimiento, el
desarrollo energético, la comercialización, etc., es decir, fueron
contrarias al interés nacional.
En este contexto, estas dos leyes aprobadas en el
2012 apuntan a orientar el crédito de forma tal que contribuya al
desarrollo. En nuestro país, a pesar de nueve años de fuerte
crecimiento, los capitales financieros no se han orientado a las
necesidades del desarrollo productivo. Argentina tiene cuellos de
botellas en la producción que implican incrementos de precios, atrasos
cambiarios y pujas distributivas. De esta forma, estas medidas buscan
darle una solución de fondo a los problemas estructurales de la economía
argentina que requieren del desarrollo de mayor infraestructura, el
desarrollo de insumos básicos, la generación de una matriz energética
sustentable en el tiempo y una expansión general de la oferta. En
general, se trata de inversiones de largo plazo que el mercado por sí
sólo no impulsa debido a la gran volatilidad que afectó a nuestra
economía. Por otra parte, hay que entender varias cuestiones: en
contextos de fuerte volatilidad es difícil que el mercado por sí solo
oriente los recursos al desarrollo productivo. Los empresarios son
adversos al riesgo, muchos tienen comportamientos rentísticos y
cortoplacistas y no invierten en procesos productivos de recupero a
largo plazo. Además, la estructura productiva está concentrada y
extranjerizada; es rentística y no está atraída por el desarrollo de
esas inversiones -en un contexto internacional en donde pesa mucho la
globalización y las estrategias de optimización de la producción global.
Argentina, en ese escenario, se inserta, básicamente, como exportadora
de recursos naturales. Es en ese marco de relaciones económicas
internacionales -y de relaciones de fuerza internas-, que el Estado tuvo
que regular el mercado de capitales y reformar la Carta Orgánica del
Banco Central. A partir de esta última iniciativa, las instituciones
financieras comerciales -públicas y privadas- tienen que orientar en
mayor medida recursos hacia la inversión productiva. Con la reforma del
mercado de capitales, por su parte, se apunta a generar instrumentos de
ahorro que puedan vehiculizarse en el desarrollo productivo.
La reforma de la Carta Orgánica del Banco Central es
crucial en dirección a lograr que el peso sea considerado una reserva de
valor. Esta normativa instruye a los bancos comerciales a orientar el
5% de sus carteras de depósitos a préstamos al sector productivo a una
tasa de interés máxima del 15%, con un plazo mínimo de devolución de
tres años. Antes, el Banco Central no se podía inmiscuir en la
distribución de las carteras de depósitos de los bancos. Por su parte,
la reforma del mercado de capitales ha posibilitado el desarrollo de
nuevos instrumentos de ahorro, como las acciones de YPF, y que el
mercado de capitales tenga que transparentarse. Es importante que haya
nuevos organismos que puedan evaluar el funcionamiento del mercado de
capitales. En suma, son todas medidas que tienden a posibilitar que el
ahorrista pueda elegir nuevos instrumentos que no sean las divisas
internacionales; elementos de ahorro modernos, como requiere la economía
mundial y como se dan en cualquier país desarrollado -a través de
fondos, acciones, etc. que están entrelazados con las necesidades del
financiamiento productivo de cada país.
¿Qué otros instrumentos se pueden pensar para orientar el crédito hacía el sector productivo?
En ese sentido considero muy importante lo que se
está haciendo en materia de integración regional. Todos los
emprendimientos de desarrollo productivo a través de esquemas de
financiamiento son muy dependientes de grandes escalas, entonces, la
articulación económica con otros países de la región con intereses
similares es fundamental. Por este motivo el proyecto del desarrollo del
Banco del Sur va a ser esencial para ganar independencia frente a los
organismos internacionales de crédito -como el Fondo Monetario
Internacional- que nos han condicionado y orientado las políticas
económicas en un sentido que no fue beneficioso para nuestra región. La
construcción de estos organismos de crédito regionales es clave, incluso
el Banco de la Comunidad Andina ya está otorgando créditos para
proyectos de infraestructura que son importantes para el desarrollo de
la Argentina. Por otra parte, al mismo tiempo que nuestro país se
integra con los socios de la región, también será necesario seguir
fortaleciendo las instituciones públicas locales -como el Banco de la
Nación Argentina- y apostar por un Banco Nacional de Desarrollo -como
los de Brasil o China- que pueda evaluar y orientar el crédito a
financiar la ampliación de la capacidad productiva. Es un proyecto muy
importante y es algo que requiere el país en esta nueva etapa.
¿Cómo ha evolucionado la inversión en estos últimos años y que características ha asumido?
En el año 2011 alcanzamos un récord, por lo menos
respecto a los últimos 35 años, y se logró la tasa del 24,5 % de
inversión sobre el Producto Bruto Interno (PBI). Si bien en 2012 bajó al
21%, el contexto macroeconómico está estimulando la inversión
productiva en detrimento de la inversión financiera -que primaba en los
años noventa. Cabe destacar que la inversión tuvo un alto componente de
bienes durables de producción. Antes, hasta el año 2003, la tercera
parte correspondía a bienes de capital, bienes para el desarrollo
productivo, el resto eran vehículos y construcción. Durante los últimos
años esa ecuación se modificó a partir de las políticas económicas
implementadas. De esta forma, la estructura se modificó y en la
actualidad, en el nivel de inversiones, el cincuenta por ciento
corresponde a bienes de capital para uso productivo.
Una característica importante del desarrollo de la
inversión de los últimos años tiene que ver con que el componente de
bienes de capital importados ha crecido en detrimento de los bienes de
capital nacionales. Eso es producto de una estructura productiva que se
fue desmantelando y recién a partir de 2003 comenzó su recuperación
-que, por supuesto, se trata de procesos de largo plazo. Por otra parte,
es de destacar que el esquema macroeconómico instaurado -sobre todo a
la salida de la crisis financiera internacional-, además de promover
intensivamente el consumo para generar una demanda agregada sólida,
incentiva la inversión. Los empresarios gozan de las condiciones más
favorables de los últimos 30 años para invertir por los precios
relativos de la incorporación de maquinarias (mayormente son importadas)
en relación al costo de la mano de obra. En el sector textil, por
ejemplo, en el año 2003 se requerían 292 salarios para comprar un telar;
en el año 2012 esta cifra bajó a 75 salarios. Esto tiene que ver el
aumento de los salarios y el precio de los bienes de capital -que en el
sector textil se importan en gran medida de Europa-; y la economía
argentina importa muchos bienes de capital de Europa, con un Euro
depreciándose internacionalmente, y el mercado interno duplicó su tamaño
en los últimos 10 años. Entonces, dado que son muy escasas las
alternativas de inversión financiera -por condiciones nacionales e
internacionales-, en la actualidad la inversión en máquinas es una de
las mejores posibilidades que brinda la economía argentina. Además, como
los espacios productivos se revalorizaron, conviene tener la mejor
tecnología para aprovecharlos intensivamente. En suma, dadas las
condiciones actuales, e independientemente del ruido político, considero
que en el 2013 la inversión va a superar el máximo del 2011. De esta
forma, cabe esperar un crecimiento de la economía. Una buena cosecha, la
recuperación de Brasil y la economía internacional, el alto nivel de
inversión, los menores montos de vencimiento de deuda, auspician un
escenario positivo.
¿Qué perspectivas tiene en relación a la evolución del sector productivo durante el 2013?
La transformación de la estructura productiva da
cuenta de un proceso muy complicado, de una puja entre los diferentes
sectores por apropiarse de la renta nacional que genera esta economía.
Esto se va a expresar -como ya se ha venido expresando todos estos años-
en aumentos de precios. Así, los que pueden aumentar sus precios en
mayor magnitud, absorben más renta. En este contexto, es crucial que la
inversión crezca para transformar el esquema productivo. No es
sustentable que los salarios aumenten en dólares; solo lo es si hay una
transformación tecnológica, si el país se vuelve más competitivo desde
el punto de vista real. En virtud del fuerte crecimiento de los últimos
10 años, la economía argentina ha ganado economías de escala, se ha
transformado tecnológicamente; pero a largo plazo, para poder seguir
mejorando la calidad de vida y tener mayores remuneraciones, se requiere
transformar la estructura productiva del país. Y eso solamente se logra
con inversión.
¿Cómo actuar frente a la inflación?
Siendo que la inflación expresa la puja distributiva
-tanto entre capitalistas y trabajadores como hacia adentro del capital,
entre los diferentes grupos empresarios-, y en un escenario que prevé
el crecimiento de nuestra economía, la lucha contra la inflación es
cuestión de negociar acuerdos como el que se acaba de concretar. El
congelamiento de los precios de los supermercados es una señal
contundente para que otros sectores no aumenten los precios. El sector
que lideraba el aumento de precios en la Argentina era el de los
supermercados, de manera que este acuerdo es una señal concreta de apoyo
al modelo económico kirchnerista.
Has señalado que la propia dinámica de crecimiento requiere mayores transformaciones. ¿Cuáles serían las más importantes?
Claro, el desafío es desarrollar la estructura
productiva de forma tal que permita ampliar y modernizar la capacidad
productiva. Esto implica generar acuerdos entre los sectores para que no
haya una desestabilización y promover políticas de promoción de la
inversión a través de estímulos financieros y fiscales. Por otra parte,
hay que sincerar las relaciones económicas que se han formado en los
últimos años: hay sectores que se han posicionado sin que ello haya
implicado un desarrollo de inversiones -como el sector inmobiliario, que
ha tenido ganancias extraordinarias sin la contrapartida del desarrollo
de inversiones que requería la economía sobre todo en materia de
inmuebles para uso comercial. En estos nichos el Estado tiene que actuar
regulando e instando a que se vuelquen los recursos -a través de la
estructura impositiva, subvenciones, financiamientos, etc.- para que
aquellos sectores más vulnerables y con menor capacidad de crecimiento
puedan desarrollarse y de esa forma optimizar la estructura productiva
general. A modo de ejemplo, en el sector textil los talleres de
confección son el eslabón más vulnerable de la cadena de valor pero, al
mismo tiempo, los que más empleo generan -lo que más valor agregado
producen en términos de mano de obra. Entonces, tienen que haber
políticas fiscales que mejoren la situación de esos sectores. Esto
implica reordenar las rentas que se generan en las distintas cadenas de
valor.
En relación al desarrollo de actividades productivas,
hay que hacer un análisis sectorial y evaluar cuáles son, en todos los
sectores hay, las empresas que no han tenido un comportamiento
rentístico y cortoplacista: saber cuáles han invertido y hacer acuerdos.
De esta forma se puede generar una política de reciprocidad: las
empresas reciben financiamiento accesible y mejores condiciones fiscales
a cambio de que contraten personal y desarrollen su producción. Esto
requiere de un Estado con capacidad de gestión, que pueda construir una
sinergia con el sector privado y plantee objetivos a largo plazo. Por
eso el desafío es fortalecer al sector público. El gobierno lo está
haciendo y hay que profundizarlo.
fuente: Espacio Iniciativa
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