Latinoamérica
“No tenemos que negociar como países aislados”
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Por Natalia Aruguete
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Economista y politólogo brasileño,
Theotonio dos Santos fue uno de los principales formuladores de la
teoría de la dependencia en América Latina, durante las décadas del 60 y
70. Y hoy es uno de los máximos exponentes de la Teoría del Sistema
Mundial. Este profesor emérito de la Universidad Federal Fluminense y
presidente y coordinador del UNU-Unesco Red de Economía Global y
Desarrollo Sustentable (Reggen), visitó Buenos Aires invitado por el
Cemop. En esa oportunidad, Cash se reunió con Dos Santos para conocer su
balance y perspectiva de la teoría de la dependencia y conocer su
propuesta de fortalecimiento de la estrategia regional, que permitirá
aprovechar las oportunidades que brinda para Sudamérica el “gran
potencial” del actual contexto mundial.
¿Cree que en esta coyuntura se abren oportunidades para la región?
–En este momento nosotros tenemos un
superávit comercial bastante elevado a partir de la ampliación de la
demanda mundial de productos primarios, sobre todo por la expansión de
China. India también empieza a ser un nuevo demandante importante. En
los próximos 10 o 15 años, India y China continuarán en expansión,
mientras que nosotros seguiremos siendo, teóricamente, los productores
principales de materias primas para el mercado mundial. Tenemos reservas
muy importantes, incluso en petróleo. Si contamos el descubrimiento del
yacimiento en Brasil y Venezuela, que tiene el Orinoco, entre ambos
reúnen tal vez la mayor reserva petrolífera del mundo. Y claro que
Argentina también entra. El contexto mundial es un potencial muy grande.
¿Qué estrategias regionales se deberían implementar para aprovecharlo?
–Tenemos condiciones para actuar
regionalmente y negociar a nivel mundial la adjudicación de esas
reservas. Para eso debemos generar grandes estructuras negociadoras
regionales; no tenemos que negociar como países aislados. Esto es
interesante para los chinos.
¿Por qué?
–Para ellos es mejor negociar
regionalmente que con países separados. Es una cuestión de poder. Un
país que negocie separado con China puede ser obligado a parar sus
acuerdos por efecto de intervención latinoamericana o europea. Hasta el
momento, Estados Unidos no tuvo condiciones de impedir aproximaciones
chinas. Lo ha intentado en el caso de Venezuela, pero no tuvo cómo
impedir que ese país desarrollara acuerdos muy importantes con China. El
principal cliente de Brasil es China.
¿Por qué cree que Estados Unidos no está logrando impedir el avance chino?
–Es un momento muy difícil para Estados
Unidos, aunque no bien pueda recuperar su capacidad de presión –y si la
región no llegara a estar potencializada como lo está– la capacidad de
negociación de China con cada país podría reducirse mucho. Es por eso
que ellos tienen mucho interés de reforzar la negociación regional.
Además, los chinos manejan escalas muy grandes y el Estado es quien toma
las grandes decisiones e impulsa las negociaciones. Entonces, la
negociación con empresas para China es muy penosa.
¿Es penosa, además, por una concepción ideológica?
–Ideológicamente, sí. Pero también
prácticamente, porque refuerza sectores sociales o de empresas que
frente a los poderes del Estado son pequeños. El interés de China es
reforzar su capacidad de negociación en escalas lo más grandes posibles.
América Latina está muy dividida aún, incluso dentro de cada país, y
hay conexiones con China que las hacen empresarios en forma
independiente. A ellos, eso no les interesa porque no está a la altura
de su condición. Los chinos prefieren acuerdos regionales con Unasur,
por ejemplo.
¿En qué se diferencian las estrategias china y norteamericana en su vínculo con América Latina?
–Sucede que, pese a que el Estado
norteamericano es tan poderoso y tiene una intervención grande en
América Latina, los grandes esquemas de negociación los manejan las
empresas. La negociación regional no es un estilo propio de los
norteamericanos, pero quizás, en la medida en que China avance a una
escala más grande, los obligará también a buscar algún tipo de control
interno del Estado. Europa también está buscando generar estas
negociaciones colectivas, pero todavía subsisten intereses históricos
muy grandes.
Además de los comerciales,
¿cuáles son los otros intereses que tienen los Estados Unidos en América
Latina y qué estrategias despliegan para alcanzarlos?
–En relación con los recursos naturales,
Estados Unidos considera a América Latina una región muy importante.
Gran parte de los recursos están acá, y para ellos, la gestión de esos
recursos es un problema de seguridad nacional. La concepción estratégica
americana es muy agresiva, como lo ha sido históricamente. No sé si se
volverán más realistas con el tiempo, cuando vean que no van a poder
ejercer este poder tan colosal que creen tener.
¿En verdad no lo tienen?
–Desde el punto de vista militar, piensan
que aún pueden llenar América Latina de fortificaciones
norteamericanas, cuando en Asia ya quedó demostrado que ellos no tienen
condiciones para mantenerlo. Ya lo está demostrando en Europa: en dos o
tres años, Estados Unidos retirará todas sus tropas de Europa. Lo más
urgente es Medio Oriente, donde ya tienen que sacar sus tropas porque no
tienen condiciones militares, ni económicas, ni financieras para
mantenerlas. Se inaugura así un campo de intervención directa en América
Latina, que viene disfrazada de ayuda y acción social, pero la verdad
es que están poniendo tropas para un futuro. La base de apoyo para
tropas es muy alta, los soldados son profesionales, no hay más reclutas,
y cada uno de ellos requiere de una aparatología tecnológica propia.
Para las empresas americanas es muy bueno poder producir eso, pero no lo
es para el Estado tener que financiarlo con el grado de deuda que tiene
en este momento. A mí me parece que se están tomando decisiones
subestimando la decadencia de Estados Unidos.
¿Cuál es la reacción de la región?
–Yo creo que la reacción se da más por el
lado de los militares que de los gobiernos. No sé si el gobierno
colombiano, por ejemplo, es favorable a un cambio de política sobre la
cuestión de la paz. Las fuerzas armadas colombianas están sometidas a
presiones de corrupción; el mismo problema lo tienen las fuerzas armadas
mexicanas, que se están convirtiendo en un grupo que vive de la
corrupción.
¿Cree que la estrategia de
integración está permitiendo enfrentar los efectos de la crisis en
América Latina? ¿Qué nivel de institucionalidad se está logrando en ese
terreno?
–Las instituciones que se están
conformando (en la región) son nuevas y no tienen apoyo suficiente. El
apoyo es aún inicial. No se ha podido dar el salto hacia una gestión
regional. Nosotros necesitamos de ese salto porque eso consagraría
nuestra capacidad de utilización de nuestro poder principal, que son los
recursos naturales, para poder convertir los excedentes financieros que
hoy tenemos en reservas. Tenemos que transformar esas reservas en
medios de inversión, en grandes políticas. Primero, de infraestructura
en la región para que pueda articularse y desarrollarse. Segundo, de
desarrollo científico, tecnológico y educacional, que es uno de nuestros
puntos más frágiles. La región tiene un rol muy importante en una nueva
etapa de desarrollo científico y tecnológico.
¿Por qué?
–Por la biodiversidad de la que
disponemos. Esa biodiversidad es una base material para el desarrollo
científico de la biotecnología que va a ser la base de un nuevo patrón
tecnológico en los próximos 20 o 30 años, con una dimensión regional
extremadamente fuerte. No se trata simplemente de la gran diversidad
natural que tenemos, sino de que esa diversidad ha sido objeto de un
conocimiento milenario. Nosotros teníamos 60 u 80 millones de habitantes
cuando llegó la invasión europea; todos eran alimentados, estaban
comercialmente estructurados, con caminos quizá más completos que los
que tenemos hoy, y tenían un desarrollo del conocimiento ambiental que
podemos llamar científico. Ese conocimiento permitió que introdujéramos,
en la economía mundial, gran parte de la dieta contemporánea. Los
europeos, por ejemplo, comen lo que los indígenas descubrieron acá.
Además de lo deseable, ¿cree que
Sudamérica está logrando crear una estrategia regional, aunque ésta
requiera un tiempo de madurez?
–Tuvimos un Estado con un desarrollo
interesante en los años ’30, ’40 y ’50, pero eso entró en crisis con los
golpes de Estado. Hemos reducido nuestros estados gravemente desde los
años ’90 y desde el 2000 se empezaron a reestructurar. Lo que ocurre es
que la base material de ese Estado, la base política de ese Estado,
tenía un desarrollo insuficiente de su base democrática. Pero hay una
emergencia de subjetividad de las fuerzas sociales que no participaban
de las decisiones y que están desarrollando sus propias concepciones.
Venezuela está haciendo un esfuerzo muy grande en el desarrollo de las
comunidades y el intento de articular las comunidades con el Estado.
Pero la única elección que perdió Hugo Chávez fue en el cambio
institucional donde se transfería parte del poder del Parlamento hacia
las comunidades. En Chile se desarrolló una gran masa popular, una
estructura de dirección de empresa con los trabajadores muy fuerte, con
un cierto grado de relación entre ellos con los cordones industriales.
Pero la articulación de eso con el Estado fue un proceso complejo, y
muchos sectores –aun de la izquierda– consideraban que era peligroso
desplazar el poder a esta masa. Es tiempo de una relación con masas
humanas que tienen que expresarse, organizarse y actuar colectivamente y
absorber estas individualidades.
¿En qué medida el nuevo
aprovechamiento de oportunidades, que mencionó al comienzo, evidencia
una profundización del perfil exportador en una coyuntura que describe
como favorable para nuestra región? ¿Eso ayuda u obstaculiza un cambio
de nuestro destino?
–El desarrollo es de ciertos sectores
sociales; el resto de la población no participa. Además, esto está
ligado al ciclo limitado de utilización de las materias primas, que se
agotan y dejan rastros terribles. Chile ha vivido grandes ciclos de
producción de productos que luego han caído y tiene regiones enteras
abandonadas. Si rehaces la historia (de la región) e intentas darle a
eso un contenido modernizador fuerte y llamar a toda la revolución como
lucha contra eso, en el fondo es un intento de retraso con unos obreros
que aceptan disciplinas y formas de organización muy inferiores respecto
de épocas anteriores. En Argentina también el peronismo ha sido atacado
por un pensamiento liberal que lo tildaba de ser una expresión de algo
muy atrasado. El neoliberalismo presenta este mundo como la expresión de
la modernidad que no contiene barrios de masa, pobreza. Es una lucha
metodológica y teórica muy dura enfrentar este tipo de presentación de
los hechos. El mundo está viviendo un desequilibrio colosal que
descontenta a las masas, e incluso se ocupa de sacar las conquistas
hechas en la primera posguerra, período en el que hubo un ascenso
importante de las masas.
¿A qué se refiere con que la lucha es teórica y metodológica?
–Para nosotros hay un gran problema
metodológico, teórico, político, de educación, de preparación
ideológica, doctrinario. Necesitamos un Estado más fuerte para impedir
que esa concepción del mundo se imponga. Con el control que tienen sobre
la opinión pública, ellos pueden presentar eso como una cosa magnífica.
Si lo piensas bien, en 2007 y 2008, la economía mundial se presentaba
como una maravilla, el Fondo Monetario consiguió mantener su respeto a
pesar de haber previsto situaciones económicas contrarias a las que se
dieron. Y aun así, hoy se sigue aceptando sus predicciones. Ellos
disponen de mecanismos muy fuertes de contención de la capacidad crítica
de las personas, y con eso consiguen presentar una serie de victorias.
Fuente: Roberto Páez González
Página 12, Cash 30.12.12
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