Dos balas para silenciar una inteligencia incómoda
El 10 mayo de 1975 fue asesinado el poeta, periodista, ensayista,
novelista y militante revolucionario Roque Dalton, considerado “el
escritor más universal de El Salvador” y uno de los más brillantes
narradores centroamericanos. En Argentina es uno de los grandes ausentes
en los suplementos literarios dominicales, sean conservadores
o ”progres”
Por Roberto Bardini
Las dos balas que lo alcanzaron a traición desde atrás -la primera lo
hirió en un hombro, la segunda le destrozó la cabeza- no salieron de
una pistola policial o militar. Fueron disparadas por alguien que se
suponía uno de sus compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP), organización en la que militaba y que más tarde se sumó al Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).
Lo habían arrestado el 13 de abril de 1975 por “indisciplinado,
revisionista de derecha y agente pro cubano”. Días después, la acusación
cambió: era “agente de la CIA”, dijeron. Hoy se conocen varios
testimonios acerca de que esta versión ya había circulado por boca de
algunos dirigentes del Partido Comunista Salvadoreño, que envidiaban al
poeta por su talento y lo detestaban por transgresor, irreverente,
bebedor y enamoradizo. En lo que se refiere a moralina “proletaria”, el
stalinismo, el maoísmo y la ultraizquierda rabiosa al estilo Sendero
Luminoso, tuvieron un punto en común con el fundamentalismo religioso
que exudan la Inquisición, el Opus Dei, Tradición, Familia y Propiedad,
los Caballeros de Colón y otros desechos tóxicos.
La ejecución fue decidida por Alejandro Rivas, Vladimir Rogel, Jorge
Meléndez y Joaquín Villalobos, integrantes de la dirección del ERP. Lo
mataron en la misma fecha en que El Salvador celebra el Día de las
Madres. Cuatro días más tarde, el escritor hubiera cumplido 40 años.
El cuerpo ni siquiera fue enterrado. Se cree que los ejecutores lo
abandonaron en un paraje denominado El Playón y el cadáver terminó
devorado por perros y aves de rapiña. Si la versión es cierta, hay un
detalle aún más tenebroso: en ese lugar, los escuadrones de la muerte
salvadoreños dejaban los restos acribillados a tiros de políticos,
sindicalistas y estudiantes sospechosos de colaborar con la guerrilla.
Un “error de juventud”
Ninguno de los ejecutores de Roque Dalton tuvo un final heroico o, siquiera, un destino más o menos digno.
Alejandro Rivas, jefe máximo del ERP, huyó del país en 1976 con dos
de los cinco millones de dólares que la organización había cobrado como
rescate por el secuestro de un empresario que terminó asesinado. Se
realizó una cirugía plástica que cambió su fisonomía, adquirió otra
identidad y se sumergió en el ostracismo político.
Su protegido Vladimir Rogel -un militarista de escasa inteligencia,
que despreciaba a los intelectuales y se había dedicado a golpear e
insultar al poeta durante su cautiverio- fue “ajusticiado” con sus
antiguos compañeros por motivos que no tenían nada que ver con la muerte
de Dalton.
Jorge Meléndez ingresó al Partido Social Demócrata y se convirtió en
director de Protección Civil del gobierno de Mauricio Funes, candidato
del FMLN y primer presidente de izquierda en toda la historia de El
Salvador. En mayo de 2010, Meléndez declaró: “Yo no recuerdo el
asesinato de Roque Dalton. Recuerdo un proceso político en el cual
salieron muertos varios compañeros, uno de ellos, Roque Dalton”. E
insistió sin inmutarse: “Es una persona que murió fruto de un proceso
político dentro de una guerrilla”.
Villalobos le obsequia su fusil AK-47 al presidente Salinas de Gortari
Luego de la firma de los acuerdos de paz en México entre el gobierno
de El Salvador y el FMLN en enero de 1992, el ex comandante Joaquín
Villalobos pasó por la universidad inglesa de Oxford y se metamorfoseó
en politólogo. Convertido impúdicamente en “consultor para la resolución
de conflictos internacionales”, fue asesor de cuatro presidentes
conservadores en política y neoliberales en economía, alineados con
Estados Unidos: el salvadoreño Francisco Flores, el colombiano Álvaro
Uribe y los mexicanos Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón.
Dirigente del efímero Partido Democrático, el “apagaincendios” disponía de una columna de opinión en El Diario de Hoy, de tendencia conservadora, y un espacio matutino en la oficialista Telecorporación Salvadoreña.
Además, cada vez que el gobierno de su país enfrentaba conflictos
sociales, viajaba desde Gran Bretaña para opinar en vivo y en directo. Y
no perdía una sola oportunidad para criticar a sus antiguos compañeros
del FMLN.
El asesinato de Roque fue “injusto, un error de juventud, el más
grave que cometí”, le dijo el propio Villalobos casi 18 años después al
periodista Juan José Dalton, hijo de la víctima, quien en 1993 lo
entrevistó serenamente durante tres encuentros. El muchacho no admitió
la explicación: “Ello sería aceptar que esa etapa de la vida -la
juventud- es potencialmente criminal”, escribió en el periódico Excelsior, de México.
En diciembre de 1998, el periodista británico John Carlin publicó en el diario español El País
una entrevista a Villalobos, a quien describe como “un luchador por la
libertad que se muestra aliviado por no haber ganado la guerra a
principios de los años ochenta” y “un antiguo marxista que confiesa que
siempre se ha sentido más cerca de la cultura norteamericana que de los
soviéticos”. Un par respuestas del ex comandante guerrillero del ERP son
más elocuentes que un ensayo de cien páginas acerca de su travestismo
político: “Pobrecito mi país si hubiéramos ganado”, dice. “Éramos la
generación del rock. ¿Qué teníamos que ver nosotros con ese aburrido
mundo soviético?”.
De El Gráfico y Borocotó al marxismo
Roque Dalton nació el 14 de mayo de 1935, en San Salvador. Su padre,
Winnall Dalton, era un millonario texano criado en la frontera con
México. Su madre, María García, fue una modesta enfermera salvadoreña.
Realizó sus primeros estudios en un colegio jesuita. Después estudió
Derecho en El Salvador y Chile y cursó Antropología en México.
En 1953 entrevistó en Santiago al muralista mexicano Diego Rivera
para la revista literaria de la Universidad de Chile. Él mismo relató
más tarde su encuentro con el pintor: “Me preguntó, con aquella manera
exuberante que tenía, que cuántos años tenía yo. Yo le dije que 18 años.
Entonces me preguntó que si yo había leído marxismo. Yo le dije que no.
Entonces me dijo que tenía yo 18 años de ser un imbécil. Y me echó”.
En 1956, Roque fundó con un grupo de poetas salvadoreños y
centroamericanos el Centro Literario Universitario (CLU). Ese mismo año
ganó el Premio Centroamericano de Poesía otorgado por la Universidad de
El Salvador. A los 22 años de edad, se afilió al Partido Comunista, al
que abandonó pocos años después.
Dalton tuvo un “costado” argentino, muy anterior a su amistad con
Julio Cortázar y la admiración por la poesía de Juan Gelman. Comenzó en
su infancia con la lectura de las revistas Billiken y Mundo Argentino,
además de libros de texto escolares que el primer gobierno peronista
distribuía en casi todos los países centroamericanos a través de sus
embajadas. En febrero de 1969, entrevistado por el escritor uruguayo
Mario Benedetti para la revista Marcha, dijo que había crecido “en la órbita del fútbol, de El Gráfico, Borocotó, Rico Tipo, César Bruto”.
Y en cierta ocasión, según cuenta en su poema No, no siempre fui tan feo,
un marido celoso que suponía que él era un diplomático argentino, le
rompió una botella de ron en la cara. Dalton agradece jocosamente la
confusión porque si el iracundo esposo hubiera sabido que en realidad
era un poeta salvadoreño quizás las consecuencias habrían sido peores.
“Como si supiera que me van a matar al día siguiente”
Por su militancia, el escritor estuvo preso y fue desterrado. Vivió
en Guatemala, Cuba, la Unión Soviética y Checoslovaquia. En ese tiempo,
conoció Vietnam del Norte y Corea.
Ficha policial del poeta, octubre de 1960
Mucho antes de su asesinato ya había sido condenado a muerte dos
veces y logró escapar casi milagrosamente. La primera vez, cuatro días
antes de la fecha prevista para su ejecución en octubre de 1960, fue
derrocado el general de turno. La segunda, en 1965 cuando un terremoto
devastó El Salvador. El escritor estaba encarcelado en el poblado de
Cojutepeque, a 34 kilómetros de la capital, y aprovechó la grieta en una
de las paredes de su celda para hacer un boquete y escapar a toda
velocidad.
En 1967 escribió una frase premonitoria: “Desde hace algunos años
siempre me propuse escribir de prisa, como si supiera que me van a matar
al día siguiente”. Con el seudónimo de “Farabundo”, en 1969 ganó el
Premio Casa de las Américas de poesía con su ópera-rock Taberna y otros lugares, escrita durante sus dos años de residencia en Praga.
La obra poética de Dalton incluye: Mía junto a los pájaros (1957), La ventana en el rostro (1961), El mar (1962), El turno del ofendido (1962), Los testimonios (1964), Poemas (antología, 1968) y Los pequeños infiernos (1970).
Entre sus ensayos y narraciones se cuentan: César Vallejo (1963), El intelectual y la sociedad (1969), “¿Revolución en la revolución?” y la crítica de la derecha (1970), Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador (1972) y Las historias prohibidas del Pulgarcito (1974), donde figura el célebre “Poema de amor”, dedicado a sus compatriotas:
Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
(”me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
(”La gruta azul”, “El Calzoncito”, “Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas, mis hermanos.
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
(”me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño”),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
(”La gruta azul”, “El Calzoncito”, “Happyland”),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas, mis hermanos.
Luego de su muerte se publicaron Pobrecito poeta que era yo (novela), El libro rojo de Lenin (ensayo) y Un libro levemente odioso y Contra ataque (poesía).
“Cuando sepas que he muerto…”
En diciembre de 1973, Roque ingresó a El Salvador con un pasaporte
falso a nombre de “Julio Dreyfus”. Dentro del ERP utilizó el nombre de
“Julio Delfos Marín”. Antes de su retorno final al país, se había
sometido a una cirugía facial realizada por el mismo equipo médico
cubano que preparó la entrada clandestina del “Che” Guevara a Bolivia.
“Es la inteligencia y clarividencia de Roque la que disgustó a
ciertas personas dentro de una organización política, que tenía mucha
autoridad pero poca inteligencia y poco acierto en sus posiciones”, dijo
su compatriota Fabio Castillo, médico y dirigente político, integrante
de la Comisión Política Diplomática del FMLN y dos veces rector de la
Universidad de El Salvador. “Era difícil para esas personas entender la
inteligencia de Roque. Eso no le gusta a las personas que no tienen
igual nivel de capacidad y de comprensión”.
El escritor Eduardo Galeano recuerda así al poeta asesinado:
Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la
resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó
porque cayó el gobierno y otra vez se salvó porque cayó la pared,
gracias a un oportuno terremoto. También se salvó de los torturadores,
que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de los policías que lo corrieron a
balazos.
Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a pedradas, y se
salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos maridos
sedientos de venganza. Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el
pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la
solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía
política latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios
compañeros quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al
lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo.
“Creo que a Roque, si no lo matan en el 75, lo matan después porque
siempre era incómodo, ese tipo de inteligencia es un lujo que este país
no ha permitido darse”, escribe Luis Alvarenga en El ciervo perseguido, una biografía de Dalton publicada en 2002.
El hombre que murió por orden de Joaquín Villalobos y otros tres esperpentos políticos, dejó un poema premonitorio:
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
(…)
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
porque se detendría la muerte y el reposo.
(…)
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
Es casi seguro que el politólogo graduado en Oxford y “especialista
en resolución de conflictos” no podría redactar una sola línea de este
calibre. La poesía y la literatura no son destrezas propias de los
verdugos.
El premonitorio poema de Roque Dalton, leído por Julio Cortázar
[archivo gentileza de Graciela Maturo]
fuente: Agenda de reflexión
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